Con su arpa electroneumática, Anja Linder, música parapléjica desde hace 23 años, hará realidad un “sueño”: tocar en la ceremonia de clausura de los Juegos Paralímpicos de París el 8 de septiembre en el Théâtre du Châtelet. Tres semanas de ensayos a finales de agosto y principios de septiembre, obras que hablan a todos, una puesta en escena que “no hace visible la discapacidad” para “que el arte tenga prioridad”: esto es lo que el arpista de 49 años puede confiar sobre este tema. palmada final que completará la secuencia de los Juegos de Verano de París que comenzaron el 26 de julio.
Anja Linder, sujeta a una cláusula de confidencialidad, sabe muy poco al respecto… Excepto que actuará en una orquesta y en dúo con un guitarrista.
En cualquier caso, realizará un «sueño», dijo a la AFP: participar en esta «fiesta mundial», ella que siente «ternura y solidaridad hacia los atletas y todas las personas debilitadas que se han reconstruido a pesar de la desventaja».
Ganadora de un concurso internacional, Anja planeaba hacer carrera como concertista cuando, en julio de 2001, fue víctima de un accidente en el parque de Pourtalès, en las afueras de Estrasburgo: bajo el efecto de fuertes vientos, un avión de 40 cm Un árbol de m de altura cayó sobre la tienda donde se habían refugiado los espectadores de un concierto de música (13 muertos, 97 heridos).
Perdió casi por completo el uso de sus piernas, tuvo que pasar “más de un año entre hospitales y centros de rehabilitación” y estuvo privada de su instrumento durante varios años.
Hoy, esta hija de un profesor de piano y de un escultor, que se “enamoró” del instrumento durante un concierto y ex alumna del conservatorio de Estrasburgo, ha podido volver a la música. Desde 2006, se beneficia del sistema «Anjamatic»: un arpa electroneumática controlada por un ordenador, que funciona con un compresor, diseñado especialmente para ella por un ingeniero electrónico y un informático y cuyo prototipo se ha mejorado periódicamente.
El sistema está discretamente instalado en la base de su arpa centenaria, que perteneció a la arpista Marielle Nordmann, que también fue su maestra.
Mientras sus dedos bailan de una cuerda a otra, la músico, de ojos marrones risueños bajo un flequillo marrón claro, activa con la boca un pequeño cable que provoca un cambio de pedales. En un arpa clásica, los pedales se mueven bajo la acción de los pies. Son esenciales porque modifican las siete notas de una octava, lo que llamamos «accidentales» (sostenido, bemol, natural).
Además, este arpa ofrece “una mayor exploración del repertorio musical”, explica Anja Linder, hasta el punto de enseñar la técnica durante diez años a estudiantes del Conservatorio de Estrasburgo y luego en clases magistrales. Apasionado por la época romántica, el músico produjo tres discos. En el último, publicado en febrero, interpreta obras de Franz Schubert, en trío con un violinista y un violonchelista. Y confiesa admirada: “Schubert, para mí, es quien mejor consigue superar su dolor para extraer de él emociones universales”.