Ofer Bronchtein es presidente del Foro Internacional para la Paz y la Reconciliación en Oriente Medio, una ONG que promueve el diálogo entre palestinos e israelíes. El autor es un ex colaborador de Yitzhak Rabin, primer ministro laborista del Estado de Israel, cosignatario de los Acuerdos de Oslo con Yasser Arafat en 1993 y asesinado en 1995.
Hace un año, Sciences Po se puso en contacto conmigo para facilitar los intercambios académicos en Oriente Medio. La institución, con sus acuerdos de cooperación con universidades israelíes y palestinas, se enfrentó entonces a un desafío político importante: obtener visas para estudiantes que deseaban continuar sus estudios en el lado palestino. Las autoridades israelíes se negaron categóricamente a expedir visados, sosteniendo que esta responsabilidad recaía en los palestinos. Decidí asumir el desafío y hacer lo necesario para ayudar a dos estudiantes motivados que desean estudiar en la Universidad Al Khods en Jerusalén Este. Recuerdo movilizar todos mis recursos y activar mis contactos al más alto nivel. El propio Ministro de Asuntos Exteriores israelí, Eli Cohen, se hizo cargo del asunto, comprendiendo la importancia de trascender estas fronteras académicas. Después de semanas de esfuerzos y negociaciones, las autoridades israelíes finalmente aceptaron expedir las visas. Este éxito representó mucho más que una simple victoria para estos dos estudiantes; abrió el camino a un horizonte más amplio para todos aquellos que los seguirían. Demostró que los intercambios académicos no deberían verse obstaculizados por contingencias políticas. Reforzó la idea de que el conocimiento y el aprendizaje no conocían fronteras y no debían estar sujetos a los acontecimientos actuales. Con este avance se abrieron nuevas posibilidades de cooperación e intercambio entre estudiantes franceses, israelíes y palestinos. Cuando llegó el momento de realizar su proyecto, los estudiantes decidieron cancelar su salida. Un año después, teniendo en cuenta lo que está sucediendo actualmente en Sciences Po, me pregunto los motivos de esta retirada de última hora. ¿Por qué abandonó tanto esfuerzo? ¿Fue un acto de activismo, una forma de desafiar a las autoridades israelíes que finalmente aceptaron cambiar su política? ¿O otras consideraciones más personales influyeron en su decisión de dar marcha atrás?
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Al observar las recientes manifestaciones en Sciences Po, observo que ciertas demandas provienen de estudiantes más motivados por un deseo legítimo de condenar a Israel y tomar medidas de represalia contra él, en lugar de trabajar verdaderamente a favor de la paz y la ayuda a los palestinos. Parece que la invariable condena del Estado judío es la única motivación, mientras que las iniciativas relativas a la cuestión palestina y la resolución del conflicto están ausentes de las exigencias. Del mismo modo, muchos activistas proisraelíes son incapaces de pedir un alto el fuego y condenar las acciones de los extremistas del gobierno, demasiado cegados por su propio dolor e impulsados por un deseo casi irracional de venganza. Si es absolutamente legítimo que los jóvenes de ambos lados se movilicen por los derechos de los palestinos y por el fin inmediato de la masacre en Gaza, por un lado, y por el regreso de los rehenes, así como por la seguridad de Israel, por el otro, El fin de este ciclo de violencia sólo puede lograrse mediante un acuerdo político entre palestinos e israelíes. Nuestro desafío radica en nuestra capacidad de alentar a ambas partes a renovar el diálogo y trabajar juntas hacia una reconciliación duradera, aquí y allá. Esto requiere un compromiso sostenido con la paz y el entendimiento mutuo, así como voluntad de diálogo y compromiso por ambas partes.
Estos acontecimientos también han puesto de relieve otro fenómeno: la aparente victoria de una lógica en la que todos pierden. En lugar de canalizar sus energías y recursos hacia iniciativas constructivas, muchos de estos activistas invierten un tiempo valioso y un esfuerzo considerable en acciones que son perjudiciales para todas las partes. Au lieu de proposer des solutions concrètes, ils se retrouvent piégés dans un cycle de conflit stérile : plutôt que de se focaliser sur la crise à Gaza et le sort des Palestiniens, les blocages sur les campus et la frénésie médiatique qui en découle en détournent l ‘atención. Es entonces cuando los políticos entran en escena y aprovechan la oportunidad para recuperarse a unas semanas de las elecciones. Las universidades, santuarios del espíritu y del conocimiento, se convierten en escenarios de confrontación donde el odio y la violencia toman el poder. Es esencial que estas instituciones vuelvan a conectarse con su vocación principal: proporcionar lugares para el encuentro intelectual y la innovación, donde se celebren las diferencias y donde el diálogo constructivo prevalezca sobre la incitación al odio. Apoyar a movimientos como Hamás, responsable de la muerte de miles de palestinos durante su toma del poder en Gaza y compuesto por fanáticos, no promueve la paz. Negar el derecho de Israel a existir no promueve la paz. Pintarse las manos de rojo en referencia a la masacre de judíos no promueve la paz. Fingir no saberlo es aún peor. La misma lógica se aplica a los mesiánicos proisraelíes que apoyan a la extrema derecha gobernante, conocida por su misoginia y xenofobia. Estos activistas de la muerte, más allá de no hacer avanzar el debate, han olvidado que la defensa de los derechos humanos debe basarse en principios universales y no pueden tolerar dobles estándares.
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Sin embargo, los dividendos de la paz son inmensos. En Gaza, un día de guerra vale 200 millones de dólares. Se podrían implementar multitud de proyectos beneficiosos, con el apoyo de los estudiantes y su experiencia, a favor de los palestinos y de la reconstrucción de Gaza. Hospitales, escuelas, pero también un puerto marítimo, la reconstrucción del aeropuerto, un ferrocarril para conectar el sur y el norte de Gaza, plantas desalinizadoras, centrales eléctricas. Existe una necesidad urgente de encontrar soluciones mutuamente beneficiosas que garanticen la paz y la seguridad de todos, tanto israelíes como palestinos. Esto implica un diálogo abierto y honesto, así como un compromiso sincero con la resolución pacífica de este conflicto. Apoyo incondicionalmente a esta generación joven que aspira a luchar contra las injusticias, defender a los palestinos y trabajar por la paz, y los aliento encarecidamente a entablar un diálogo constructivo con israelíes, palestinos y cualquiera que comparta el mismo objetivo de paz. Es urgente apoyar y defender la cooperación académica entre universidades francesas, palestinas e israelíes, en lugar de obstaculizarla con decisiones políticas o ideológicas. Fomentar los intercambios académicos, la colaboración científica y la coexistencia pacífica en los campus universitarios significa hacer campaña para que el entendimiento mutuo y el respeto de las diferencias prevalezcan sobre las divisiones y las hostilidades. Por ello invito a los estudiantes a promover esta colaboración y a proponer iniciativas concretas, y me comprometo a ayudarlos en sus proyectos de paz.