Dividida entre las provincias de Cádiz y Málaga, la Ruta de los Pueblos Blancos serpentea de pueblo en pueblo a través de suntuosos paisajes salvajes, entre relieves boscosos, profundos cañones, olivares y zonas más áridas. Situado en el extremo occidental de esta carretera, el pueblo blanco de Arcos de la Frontera es menos conocido que la hermosa Ronda, de fácil acceso desde la costa mediterránea. Sin embargo, no tiene nada que envidiarle. Paseos por el corazón de la postal de Andalucía.

Construido sobre un espolón rocoso que alcanza una altitud de 160 m en su cima, Arcos de la Frontera domina el ardiente río Guadalete, marcando magníficamente el paisaje. Construido sobre una suave pendiente, el pueblo ofrece una imagen sorprendente: un fantástico entrelazamiento de callejones, casas y edificios encalados, que contrastan con los tejados de tejas de color ámbar o las piedras de los edificios religiosos, todos derrumbados a ambos lados. escarpado promontorio salpicado de encinas.

Allí arriba, en algunas plazas más o menos secretas, los miradores ofrecen impresionantes vistas del campo circundante, repartidas entre hileras de olivos, campos rocosos y depósitos de agua. ¡Hada!

Sitio estratégico con una vista de 360° de la región, el peñón de Arcos ha estado habitado desde tiempos prehistóricos. Varias cuevas descubiertas a su alrededor así lo atestiguan. Llamada Arcis en la época romana – “ciudadela” – la ciudad se desarrolló principalmente bajo la dominación musulmana, a partir del siglo VIII. Aún hoy perceptible, su tortuoso urbanismo se remonta evidentemente a esta época. Vinculada por primera vez al Emirato de Damasco, Arkos se emancipó con la caída del Califato de Córdoba y se convirtió en una Taifa independiente, controlada por señores bereberes.

El castillo actual no es otro que su antiguo Alcázar (fortaleza). Reconquistada hacia 1255 por Alfonso De ahí el sufijo “Frontera” adjunto a su nombre.

Basta dar unos pasos en la Plaza del Cabildo, rodeada por los monumentos más importantes de la ciudad, para vislumbrar los esplendores arquitectónicos de Arcos. Situada en lo alto de una hermosa escalinata, la Basílica de Santa María muestra una magnífica fachada de estilo plateresco, con elegantes motivos curvos. Fue construida sobre los restos de una mezquita árabe. En la cuesta de Belén, la calle principal, el Adapto de la Encarnación seduce con su silueta renacentista mientras que el Palacio del Conde del Águila luce un aspecto gótico-mudéjar típico de la época de la Reconquista. Paseando por las irresistibles calles blancas de la ciudad, sinuosas como el infierno, descubrirás otras joyas menos conocidas como la Capilla de la Misericordia, cubierta de azulejos pintados, o la iglesia de San Pedro.

¿Qué mejor manera de empaparse del ambiente de la ciudad que alojarse en un edificio con carácter y con una larga historia que contar?