Cuando aparece Dom Juan, el parque de las ciervas aún no está cerrado. El libertino sale de su alcoba, con el rostro cansado y enlucido. Vestido de negro, Xavier Gallais, el intérprete de “La esposa del género humano”, todo desaliñado, guardaba algo de su maestro Daniel Mesguich. Quizás su perfil y esa mirada de ave rapaz. Poco antes, precedida de un extraño ballet de puertas que se abren y cierran al ritmo de música pop rock, asistimos a la famosa escena inicial de la obra, la del tabaco. El tono estaba fijado: entendimos que Sganarelle, interpretada por el deslumbrante Vincent Winterhalter, iba a dirigir sin una nota falsa este ballet, orquestado por Macha Makeïeff, que creó aquí una de sus mejores partituras. Su chispeante puesta en escena oscila entre la farsa provinciana y la tragedia metafísica.
En un decorado que no sería del siglo de oro sino el de Laclos y el divino marqués, todo en claroscuros, el drama se desarrolla en un mobiliario bohemio donde el crujido de las telas arrugadas, el tintineo de los vasos y las pocas notas del clavicémbalo dan a los espectadores la sensación de que el cuerpo sudoroso de Dom Juan pronto se rendirá. Un olor a final de juego parece escaparse de un respiradero aquí. Dos escenas quedarán en la memoria de los espectadores. La divertidísima de Charlotte (Xaverine Lefebvre) y Pierrot (Joaquim Fossi), y aquella en la que Sganarelle mimetiza la lucha que su maestro jinete libra entre bastidores contra tres ladrones que atacaron a un pobre tipo (que no es otro que Dom Carlos, un de los hermanos de Elvire).
¡Ah, Elvira! Una de las muchas víctimas del villano. La interpreta Irina Solano, sincera, conmovedora, tenaz y erguida con su vestido amarillo de cornudo. Joaquim Fossi y Anthony Moudir vistieron los ingenuos trajes de sus dos ingenuos hermanos. No tiene precio, nos recordarían a Robert Dhéry en Le Petit Baigneur. Si Xaverine Lefebvre sobresale en el papel de Carlota la campesina, resulta vertiginosa en el de una libertina alta y delgada e impresiona con el traje blanco del Comandante. ¡Qué espectro tan escalofriante!
En cuanto a Dom Louis, el padre de nuestro disfrutador ateo, aquí está bajo la apariencia de Pascal Ternisien. La escena entre padre e hijo completa el retrato de este último, repentinamente pequeño, una pobre criatura de dos piernas que no ha logrado liberarse de los deseos de sí mismo. ¿Nos atreveríamos a sugerir que Macha Makeïeff logró perforar la armadura del cráneo de Dom Juan? Quizás el de su cuerpo que, al final, se encuentra vitrificado tras haber bebido de la copa del Comandante. Por supuesto, Dom Juan tomará, bajo
En el Odéon-Théâtre de l’Europe (París 6), hasta el 19 de mayo. Teléfono: 01 44 85 40 40.
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