Jean-Rémi Girard es presidente de la SNALC (Sindicato Nacional de Escuelas Secundarias y Universitarias).
EL FÍGARO. – Este jueves 18 de abril, en Viry-Châtillon, el Primer Ministro anunció el fin de “la cultura de las excusas”, recordando que su “brújula es la impunidad cero”. ¿Qué recordar de los anuncios de Gabriel Attal?
Jean-Rémi GIRARD. – Se trata ante todo de un discurso político. Gabriel Attal hizo un amplio uso del tema de la autoridad, rodeándolo de numerosos símbolos y comentarios relacionados con la “escuela del santuario”. Todo eran bocetos e ideas amplias, inaplicables o al menos difíciles de implementar, mientras esperamos medidas reales que puedan llegar a buen término.
El Primer Ministro expresó su deseo de “empoderar a los padres que dimiten”, para que puedan “responder por las acciones de sus hijos”. ¿Cómo hacer responsables a los adultos que defienden a sus hijos ante la Educación Nacional?
En el seno de la Educación Nacional, los docentes, directores y jefes de establecimiento tienen cada vez más dificultades para tratar con las familias. Y, si el profesorado puede ejercer una autoridad legítima sobre los estudiantes, no puede imponer esa misma autoridad a los padres y familias. Existen pocos medios de presión o capacidad para cuestionar lo que hacen y dicen los padres de los estudiantes.
Si un niño no se presenta a clase porque sus padres lo llevan de vacaciones, no hay nada que los maestros puedan hacer excepto marcarlo como ausente. Por lo tanto, el desafío es responsabilizar a los padres. Sin embargo, la Educación Nacional no puede hacer esto, ya que no tiene influencia para presionar a las familias. El Primer Ministro propone firmar un contrato sobre los derechos y obligaciones de los padres, con vistas a modificar las relaciones que mantienen con la Educación Nacional. Sin embargo, ya existen reglamentos internos y una carta sobre laicidad que los padres deben firmar a principios de año, pero esto no tiene ningún efecto concreto. Esta es sólo una medida simbólica…
Recordó varias medidas ya adoptadas, como la creación de cursos de empatía y la duplicación de las horas de educación moral y cívica. ¿Realmente estas medidas ayudan a frenar la violencia entre menores?
Si bien los cursos de empatía se han probado en muy pocas escuelas, se trata nada menos que de cursos de educación moral y cívica, con otro nombre. Y no basta con aumentar el número de lecciones en la escuela primaria para permitir un cambio fundamental, a pesar de que los docentes ya tienen jornadas largas y ocupadas que orquestar. Sobre la duplicación del calendario de educación moral y cívica, Gabriel Attal mintió. Al contrario de lo que había anunciado Emmanuel Macron, esta duplicación no se produjo, ni en la escuela primaria ni en la secundaria.
Un tema que el Primer Ministro aborda muy poco es el de la seguridad; la de los estudiantes, los profesores, los establecimientos… Sin embargo, existe un problema real a la hora de asegurar nuestros establecimientos. Si Gabriel Attal prometió apoyar en materia de seguridad a 350 establecimientos en territorio francés, esta cifra es ilusoria. Con cifras tan bajas, se necesitará casi un siglo para asegurar todos los establecimientos educativos.
El SNALC exige así un diagnóstico de seguridad de cada escuela, secundaria o bachillerato. A esto se sumaría el establecimiento de un verdadero trabajo presupuestario entre el Estado y las autoridades locales para beneficiarse del equipamiento necesario para asegurar los establecimientos educativos: puertas de altura suficiente, agentes apostados en la recepción, sistemas de alarma…
¿No es esta cuestión de seguridad parte de una crisis más amplia de la educación nacional y de la quiebra de nuestras instituciones?
El principal problema es la difícil contratación de docentes. Estamos asistiendo a una crisis sin precedentes, bajo la Quinta República, en el reclutamiento para la Educación Nacional. Pero también cobran cada vez más importancia las cuestiones de la violencia por parte de menores y la seguridad de los establecimientos. Debemos ser capaces de garantizar la enseñanza y transmisión de conocimientos y fundamentos en un entorno seguro. Esto requiere, entre otras cosas, el apoyo de la jerarquía y de las instituciones cuando el profesorado tiene dificultades con determinadas familias. La supervisión de los adultos también debe ser más coherente para superar estas dificultades, especialmente en la vida escolar. La crisis educativa se relaciona con la violencia y la delincuencia, pero está inserta en un problema más amplio.