¿Un acuerdo finalmente a la vista? A medida que se estrecha la ventana de oportunidad para evitar un incumplimiento estadounidense, la Casa Blanca y los negociadores continuaron el viernes construyendo un compromiso con fuertes implicaciones políticas. Según varios medios estadounidenses, los equipos del presidente demócrata Joe Biden y los del jefe republicano de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, ya han coincidido en algunas líneas principales.
El acuerdo, imprescindible para que los conservadores accedan a votar en el Congreso para elevar el techo de la deuda pública de Estados Unidos, congelaría determinados gastos, pero sin tocar los presupuestos destinados a defensa y veteranos, informan por ejemplo el New York Times o el Washington. Correo. Pospondría dos años, hasta las próximas elecciones presidenciales, el riesgo de default.
Este escenario inédito de una quiebra de la primera potencia mundial podría intervenir después del 1 de junio por falta de acuerdo político y votación tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes. Estados Unidos se encontraría entonces incapaz de pagar a sus acreedores, que es la definición de incumplimiento, pero tampoco de pagar los salarios de ciertos funcionarios públicos y los beneficios sociales.
El desafío, además de evitar un cataclismo financiero, social y económico, es permitir que cada campo limite los daños a nivel político. Kevin McCarthy, que necesita hacer valer su estatura como presidente de la Cámara, podría afirmar haber inculcado más rigor presupuestario, mientras que los demócratas afirmarían haber protegido los beneficios sociales o grandes proyectos de inversión.
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El presidente estadounidense, en campaña para la reelección, explicó el jueves que en estas discusiones operaban, según él, “dos visiones opuestas”. Se hizo pasar por un campeón de la justicia social y fiscal, exigiendo que las corporaciones más ricas y grandes «paguen su parte justa» de impuestos, pintando a los republicanos como el partido del gran dinero y Wall Street. Pero según la prensa, el demócrata de 80 años habría renunciado, en negociaciones con los republicanos, a aumentar tanto como quisiera los medios destinados a la lucha contra la evasión fiscal.
Si se llega a un acuerdo, aún tendrá que ser adoptado por el Senado, controlado estrechamente por los demócratas, y por la Cámara de Representantes, sobre la cual los conservadores tienen una frágil mayoría. Y eso no será una tarea fácil. Por un lado, porque el calendario parlamentario está acotado: muchos funcionarios electos regresaron a sus hogares a lo largo de Estados Unidos para un receso de varios días con motivo del fin de semana largo del “Memorial Day”.
Por otro lado, porque ciertos progresistas dentro del Partido Demócrata, al igual que ciertos representantes electos del Partido Republicano, ya han amenazado con no ratificar un texto que haría demasiadas concesiones al campo contrario. El senador republicano Mike Lee prometió el jueves que “usaría todas las herramientas procesales a su disposición para evitar un acuerdo de techo de deuda que no contuviera reformas sustanciales del gasto. Me temo que vamos en esa dirección».
Los senadores demócratas han pedido al presidente que se base en la enmienda 14 de la Constitución, que prohíbe cuestionar la «solvencia» de Estados Unidos, para forzar y seguir emitiendo deuda aunque no se llegue a un acuerdo. A lo que la Casa Blanca se opone ahora es una negativa categórica, para disgusto del campo progresista. En otras palabras, Joe Biden y McCarthy tendrán que jugar en el centro para reunir a la mayor cantidad de parlamentarios de ambos lados, un ejercicio que se ha vuelto excesivamente difícil en un país donde las divisiones políticas se han ampliado significativamente en los últimos años.