Este nuevo asunto de entrismo islamista le ha valido una avalancha de insultos y amenazas de muerte en las redes sociales. El director de una tienda Geox en Estrasburgo, que el miércoles 10 de abril se negó a permitir el trabajo a una trabajadora temporal a causa del velo islámico que no quería quitarse, decidió recurrir a los tribunales. Se abrió una investigación y se confió a la comisaría de Estrasburgo, según supo Le Figaro por la fiscalía. El jueves por la noche, el gerente había presentado una denuncia “contra X por difamación, insultos públicos y llamadas telefónicas maliciosas”, reveló RTL.
El incidente no habría traspasado la puerta de la tienda si la vendedora con velo, que se describe a sí misma en su biografía de Tik Tok como una “musulmana inspiradora” que “abraza el hijab”, no hubiera filmado ella misma la secuencia antes de publicarla en las redes sociales. En particular, vemos al comerciante decirle a la trabajadora temporal que no tiene «la vestimenta adecuada». “Estamos en Francia, señora, está en la ley. Yo, en la tienda…», volvió a decir antes de ser interrumpido por la joven. «Libertad, Igualdad, Fraternidad. En un país laico”, bromea. “En mi contrato no está escrito que no debo usar el velo”. El director se justifica entonces. “Tengo una colega que tiene una cruz al cuello y tampoco la nota”.
Las imágenes, vistas más de un millón de veces, provocaron una auténtica avalancha de insultos y graves amenazas contra el directivo, acusado de “islamofobia”. El CCIE, Colectivo contra la islamofobia en Europa, anteriormente CCIF (Colectivo contra la islamofobia), disuelto en Francia tras el asesinato de Samuel Paty en Conflans Sainte-Honorine, no intentó contener estas reacciones, denunciando una “discriminación inaceptable” y pidiendo personas a ponerse en contacto con Geox “para expresar [la] desaprobación”.
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“Soy una nueva persona con velo”, explicó la joven en un nuevo vídeo publicado en las redes sociales el viernes, revelando que oculta voluntariamente a las agencias temporales que lleva el velo. “Por supuesto, no cambié mi perfil de Linkedin ni mi CV, por miedo a que los reclutadores abandonaran cualquier actividad antes de verme”, explica riendo. “La policía haram [todo lo que es “prohibido, inviolable, sagrado”, según la religión islámica, nota del editor] de TikTok está sobre mi espalda todo el tiempo”, lamenta la joven. “No voy a cambiar mi comportamiento en un abrir y cerrar de ojos, va a llevar tiempo pero voy a ir por el camino correcto, eso es lo principal”, concluye.
El uso del velo en una empresa privada se rige por la ley El Khomri de 2016, que prevé que un reglamento interno -o una nota interna complementaria- puede introducir una “cláusula de neutralidad”. Esta cláusula debe aplicarse de forma “general e indiferenciada” así como “proporcional al fin perseguido”. Sobre todo, debe estar justificado por la naturaleza de la tarea, que requiere, por ejemplo, ropa específica por razones de seguridad, o por la imagen transmitida a los clientes. “Por lo tanto, nunca existe una restricción completa y absoluta, pero sigue siendo posible, generalmente justificada por el contacto con los clientes”, explica Thierry Meillat, abogado especializado en derecho laboral.
La jurisprudencia desarrollada en los últimos años ha confirmado en gran medida este statu quo legislativo, ya que las sentencias del Tribunal de Casación se han sumado a las del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que ha reafirmado en varias ocasiones que la prohibición de llevar “cualquier expresión visible de convicciones políticas, filosóficas o religiosas” podría justificarse por la necesidad de proyectar “una imagen de neutralidad hacia los clientes” y no constituye una “discriminación directa”. Sin embargo, la mención en el reglamento interno sigue siendo obligatoria. “Es una manera de que tanto la administración como los representantes del personal consultados en el proceso de ratificación estén atentos al tema”, explica Thierry Meillat.
En una sentencia reciente, el TJUE dio otro criterio que permite al empresario imponer una política de neutralidad, el de prevenir “conflictos sociales” dentro de la empresa. “Aún no existe jurisprudencia francesa sobre este punto específico, pero en cualquier caso sería difícil ponerlo en práctica”, analiza Thierry Meillat. «Habría que demostrar que dentro de una empresa, los grupos tienen intereses diferentes que pueden crear conflictos, pero en Francia no identificamos a los empleados en función de su confesión religiosa, a diferencia de otros países europeos como Inglaterra», explica. Este viernes, la tienda reabrió sus puertas bajo la protección de la policía y agentes de seguridad, informó el sitio de noticias Actu Estrasburgo.