Quiberon, Concarneau, Lorient… Rémy, de 21 años, cuenta con los dedos los puertos pesqueros representados frente a la prefectura de Bretaña, este jueves por la mañana en Rennes. Su impermeable amarillo resalta la juventud de sus rasgos rubios. “No debería estar aquí, sino en el mar”, lamenta. “Normalmente es un período importante…” Pero desde el lunes y desde hace un mes, el Golfo de Vizcaya le resulta inaccesible. Una medida excepcional adoptada por el gobierno tras una decisión del Consejo de Estado, para proteger a los delfines. Por ello “vino a apoyar el movimiento agrícola que está más estructurado y organizado que el nuestro. Incluso si compartimos la misma ira.
La Coordinación Rural (CR) había convocado a una gran movilización de los agricultores del Oeste ante la prefectura. Naturalmente, los pescadores se unieron a ellos. Además de algunos políticos, como Gilles Pennelle, director general de la Agrupación Nacional, Nicolas Dupont-Aignan, candidato soberanista a las elecciones presidenciales, Thomas Rousseau, secretario departamental de los republicanos y algunos activistas del LFI.
La víspera, el miércoles, la Bretaña agrícola participó en la protesta. Se establecieron más de 12 controles de carreteras en los cuatro departamentos y cinco se mantuvieron durante toda la noche. Participaron principalmente dos sindicatos: la FNSEA y los Jóvenes Agricultores. La Coordinación Rural no podía quedarse atrás y reunió a doscientas personas en Rennes. “Expresamos la ira del mundo agrícola. Tanto en materia de salarios como de acumulación de estándares”, explica Joseph Martin, presidente de la Coordinación Rural de Bretaña. Alrededor de las 11:30 horas desfilan un centenar de tractores. Los aplausos estallan como fuegos artificiales. Detrás del recinto de la prefectura, firmemente custodiado por los gendarmes, una delegación, encabezada por Véronique Le Floc’h, presidenta de la Coordinación Rural, se reúne con Philippe Gustin, prefecto regional.
En la plaza, mientras se espera a los delegados sindicales, se instala un buffet. Tres agricultores bajan dos barbacoas, más bien dos latas cortadas longitudinalmente, con un tractor y algo de madera. Dos mujeres ponen una mesa grande y las cervezas circulan con bastante libertad. Los gendarmes, que llevaban gorras en la cabeza, no mostraron excesiva ansiedad. “Ojalá seamos escuchados. Pero el prefecto no puede hacer mucho”, lamenta David, criador de cerdos en Morbihan. “No nos dejan vivir. Las normas nos asfixian, las negociaciones europeas nos están acabando”, afirma bastante satisfecho con su fórmula. Su mano se levanta para cepillarse las cejas y su mirada se vuelve más seria: “De hecho, tenemos tres problemas: nuestro trabajo es una pasión, pero trabajamos mucho por salarios de miseria. Estamos al final de la cadena, todo el mundo nos está quitando márgenes. Y, finalmente, no podemos renovar nuestras generaciones”.
“Y luego… Hay quienes pueden tolerar más…”, dice su vecino, que prefiere permanecer en el anonimato. Un agricultor se suicida cada dos días, según una encuesta de Public Health France. Un tema que todos prefieren evitar. Tampoco entre los pescadores nadie quiere hablar de ello. “Aún no hemos llegado a ese punto, pero el gobierno debe entender que tenemos costos que pagar. ¿Qué pasa si nadie puede trabajar durante un mes?
Después de dos horas de reunión, Véronique Le Floc’h y la delegación anunciaron dos novedades: “las Medidas Agroambientales y Climáticas (MAEC, una de las exigencias del comunicado de prensa conjunto de los Jóvenes Agricultores y la FNSEA, nota del editor) se pagará a tiempo, es decir, el 15 de marzo. Y el trabajo realizado tras la tormenta Ciaran será compensado para restaurar nuestras herramientas al estado de producción”. Se esperan otras medidas “a nivel nacional”. “Todo vendrá de arriba. En teoría, deberían anunciarse mañana”, precisa Véronique Le Floc’h, mientras que el primer ministro Gabriel Attal hablará el viernes.
Detrás de ella, el banquete reúne a pescadores y agricultores. Un puñado de jóvenes activistas vestidos de negro y enmascarados intentaron una incursión. Pero rápidamente se fueron. “Solo quedamos nosotros, pero no nos moveremos hasta que el gobierno nos escuche”, se queja David. La concentración de los pescadores en esta manifestación de los agricultores no habrá hecho nada: a estas alturas no se vislumbra ninguna convergencia de luchas entre estos manifestantes con reivindicaciones aún dispares.