La amenaza había estado rondando durante tres meses. Tras semanas de discusiones, la disolución del colectivo Les Uprisings of the Earth (SLT) se pronunció finalmente este miércoles en el Consejo de Ministros. «El uso de la violencia no es legítimo en el estado de derecho y eso es lo que se sanciona», dijo el portavoz del Gobierno, Olivier Véran, tras la reunión semanal.
En la mira del ministro del Interior, Gérald Darmanin, estos militantes de ultraizquierda se habían movilizado el pasado fin de semana contra la conexión ferroviaria Lyon-Turín en Saboya. Una manifestación prohibida durante la cual se habían producido rifirrafes con la policía. «Bajo el pretexto de defender la preservación del medio ambiente», la nebulosa de asociaciones fomenta «la comisión de sabotajes y daños materiales, incluso con violencia», justifica el ejecutivo en el decreto de disolución. A finales de marzo, este último ya había sido interrogado tras violentos enfrentamientos al margen de una manifestación contra un proyecto de “megacuencas” en Sainte-Soline (Deux-Sèvres).
«Esta no es una razón para disolver un movimiento cuya mayoría de acciones son no violentas», replicó la patrona de los diputados ambientales, Cyrielle Châtelain. Porque en la izquierda se alzan muchas voces para oponerse a “una decisión política”. Estos activistas no deben «ser reprimidos como terroristas que no son», denunció el líder rebelde, Jean-Luc Mélenchon. Otros no dudaron en recordarle al ejecutivo sus carencias. “Condenado regularmente por la inacción climática, el gobierno haría bien en no criminalizar el compromiso de los activistas ambientales”, criticó Anne Hidalgo, alcaldesa del PS de París.
La respuesta está organizada para tratar de salvar el movimiento radical, en torno al cual gravitan algunos funcionarios electos. “Siempre hemos trabajado juntos, siempre trabajaremos juntos”, aseguró la secretaria nacional de los Verdes, Marine Tondelier. El partido también ha anunciado que se suma al recurso interpuesto por el colectivo ante el Consejo de Estado.
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Grupos islamistas, nacionalistas o antifascistas… Bajo Emmanuel Macron, ya se han disuelto 33 asociaciones y grupos de facto, incluida una docena finalmente salvada por el juez administrativo. Pero el gobierno nunca antes había atacado a una organización ambiental. Si tardó tres meses en tomar su decisión, fue por tanto para asegurar la solidez jurídica de su decreto.
Por naturaleza, cualquier decreto de disolución corre el riesgo de socavar la libertad de asociación, que el Consejo Constitucional ha consagrado como un «principio fundamental reconocido por las leyes de la República» desde 1971. La constitucionalización de esta libertad le otorga así un valor superior a la ley. (y por lo tanto a un simple decreto). “Los decretos de disolución están sujetos a un control bastante cuidadoso del Consejo de Estado”, advierte Guillaume Drago, profesor de derecho público en la Universidad Panthéon-Assas.
Para pasar el filtro del control de legalidad y justificar tal vulneración de la libertad sindical, el ejecutivo deberá aportar ante el Consejo de Estado los elementos de investigación que demuestren que los Levantamientos de la Tierra efectivamente provocan «actos violentos contra personas o bienes”. Será necesario, pues, peinar las publicaciones del movimiento, desde sus redes sociales hasta sus volantes, para encontrar elementos convincentes que establezcan un vínculo material entre éste y la violencia cometida. “Se podría pensar que se ha sopesado todo, pero no hay nada evidente, advierte Olivier Renaudie, profesor de la Facultad de Derecho de la Sorbona. Es mucho más fácil cuando es una milicia o un grupo el que pide ataques».
En este caso, “la responsabilidad es mucho más tenue”, apunta el abogado. Porque la nebulosa ultraizquierdista no aboga por la degradación material y la violencia de manera sistémica. Todas las manifestaciones que organizó no estuvieron salpicadas de desbordamientos como en Sainte-Soline o alrededor del túnel ferroviario Lyon-Turín, lo que dificulta establecer su responsabilidad.
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El movimiento también juega en su defensa. “En ningún caso los Levantamientos de la Tierra llaman a la violencia contra las personas”, afirma una de sus abogadas, Aïnoha Pascual. Esta disolución podría ser similar al caso de “GALE”, un grupo antifascista de Lyon, en 2022, estima Christophe Mondou, profesor de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad de Lille. El Consejo de Estado había anulado la decisión del gobierno, recuerda el profesor de derecho, juzgando que, «aunque el grupo transmitiera violencia con complacencia, eso no era suficiente para convertirlo en una asociación violenta». La forma del colectivo, galaxia de diferentes actores sin líderes ni existencia legal, no debe constituir un obstáculo, permitiendo la ley disolver los “grupos de hecho”, que no son asociaciones declaradas. Sin embargo, esto podría complicar la aplicación de la decisión si fuera validada por los tribunales.