En vísperas del Día D, Emmanuel Macron decidió echar una mano a su Ministro del Interior. Mientras Gérald Darmanin presenta a partir del lunes su controvertido proyecto de ley sobre inmigración a la cámara del Senado, el jefe de Estado envía una señal a los republicanos (LR).

En una carta revelada por Le Figaro y dirigida el domingo a los líderes de los partidos políticos, a los que convocó a una nueva cumbre el 17 de noviembre en Saint-Denis (Seine-Saint-Denis), reiteró su propuesta de modificar la Constitución para ampliar el ámbito del referéndum sobre cuestiones sociales, incluido el fin de la vida y la inmigración.

Una forma de acceder a las exigencias de LR y de la Agrupación Nacional (RN), que desean poder consultar a los franceses para “recuperar el control” de la política migratoria. Pero el Presidente de la República no se compromete a convocar tales elecciones y se contenta con seguir los caminos ya mencionados.

Presentados durante un discurso ante el Consejo Constitucional el 4 de octubre, provienen del proyecto de revisión de la Constitución que se estaba preparando durante el primer mandato, en 2019. “A la vista tanto del contexto internacional como de los desafíos que enfrenta Francia, nuestra responsabilidad es superar nuestras divisiones en interés del país”, escribe Emmanuel Macron en su carta.

¿El relanzamiento de su iniciativa institucional cambiará la forma de los debates en el Senado sobre la ley Darmanin-Dussopt? Varios responsables de LR no se dejan engañar por lo que consideran una maniobra oportuna. Del lado de la mayoría presidencial, esperamos salir de estos quince meses de conversaciones y idas y venidas entre bastidores en torno al proyecto de ley. “Es una ley decisiva para el quinquenio. Esto hace o deshace”, advierte un parlamentario macronista.

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En el origen de un texto aplazado en múltiples ocasiones, denunciado por la izquierda y rechazado por la derecha, Gérald Darmanin sabe que esta prueba parlamentaria representa para él una prueba a la vez política y personal. Su empresa está estrechamente vigilada por el Elíseo y por Matignon, en un contexto de rivalidades con la primera ministra, Élisabeth Borne. “Él juega mucho con esta ley”, observa uno de sus colegas en el gobierno. Es un tema que le habla a todo el mundo, políticamente divisivo, en el contexto de las próximas elecciones europeas… Hay muchas razones para estar interesado en él”.

Incluso antes de que se enviara la carta de Emmanuel Macron, el número tres del gobierno se presentaba estos últimos días «confiado», en palabras de quienes lo rodeaban. El domingo por la tarde, en France 2, incluso se dio el lujo de decir que estaba “opuesto” a una adopción sin votación de su texto mediante el recurso 49.3, seguro de que existe una “vía de paso” en el Parlamento. En particular gracias a las divisiones de la mayoría senatorial, una parte de la cual se afirma a favor del punto más controvertido de su texto: la regularización de los trabajadores indocumentados en profesiones en tensión, prevista en el artículo 3 en nombre de la » integración mediante trabajar.

A diferencia de estas tropas centristas unidas en torno a Hervé Marseille, sus aliados de LR tienen previsto «endurecer considerablemente» el proyecto de ley cuando sea aprobado en el Senado, gracias a las 22 enmiendas presentadas por su grupo. Promesa de su líder Bruno Retailleau, que advierte al ejecutivo contra un «auténtico caos migratorio», en una entrevista concedida a Le Figaro: «Si tenemos que votar un texto sobre inmigración, será el nuestro».

En el hemiciclo de la Cámara Alta, Gérald Darmanin desea obtener un voto favorable. Incluso si se tratara de una versión más firme, como la copia aprobada en comisión el pasado mes de marzo. Esto no lo compromete indebidamente: la Asamblea Nacional, donde se espera el texto a partir del 11 de diciembre en un ambiente más tenso que en el Senado, podrá modificar el texto a su manera. Con la certeza de decidir en última instancia, en caso de desacuerdo entre diputados y senadores.

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El gobierno avanza con más calma porque ve que el riesgo de censura disminuye. El anuncio del socialista Olivier Faure, que advirtió que sus tropas no votarían a favor de una moción presentada por la derecha sobre la inmigración, fue bien recibido en las altas esferas del Estado. Convenció al ala izquierda de la mayoría de que no tiene sentido seguir negociando con LR. “Es la mayoría la que tiene la última palabra”, insiste el diputado (renacentista) Sacha Houlié.

Por su parte, el ministro del Interior pretende continuar su labor de convencer al Senado dominado por la derecha. Entre los dirigentes de LR, sigue defendiendo las ambiciones de su texto: regular mejor las expulsiones de extranjeros delincuentes – algo en lo que insistió después del ataque terrorista en Arras – y acelerar los procedimientos de asilo. En definitiva, ser “bueno con los buenos y malo con los malos”, según una de las expresiones favoritas del inquilino del Hôtel de Beauvau.

Este último sigue aumentando sus gestos de apertura hacia la derecha, a pesar de la presión mantenida por el ala izquierda de su bando. De este modo afirmó su disposición a limitar las protecciones contra la expulsión de determinados extranjeros. También se mostró partidario, “a título personal”, de transformar la ayuda médica estatal (AME), reservada a los inmigrantes ilegales, en ayuda médica de urgencia (AMU), en contra del consejo de Élisabeth Borne y del Ministro de Salud, Aurélien Rousseau. ¿Esfuerzos vanos?

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Para la derecha y el RN, lo único que parece importar es una modificación de la Constitución, para eximirse de la legislación europea en materia de inmigración. Esta ley, carente de “eficacia”, “no está hecha ni debe hacerse”, criticó el domingo el vicepresidente lepénista de la Asamblea, Sébastien Chenu, en “Le Grand Jury RTL-Le Figaro-M6-Paris First”.

La estrategia del campo de Macron consiste en abogar por la urgencia de empujar a las oposiciones de derecha a votar su texto, sin esperar a una hipotética modificación de la ley fundamental. Lo que el jefe de los diputados del Renacimiento, Sylvain Maillard, resume así: “Una revisión de la Constitución significa respuestas en dos años, en tres años, en cuatro años. Los franceses quieren respuestas inmediatas. La ley debe cambiarse inmediatamente”.