La larga dictadura de presidente de sudán, Omar al-Bashir, ha terminado como empezó, con un incruento golpe de estado militar. Después de cuatro meses de protestas, cientos de muertes y miles de detenciones entre las filas de sus adversarios, Bashir s es dado de alta. O más bien, se vio obligado a abandonar la butaca en la que estaba sentado desde 1989, después de que el ejército rodeó el cuartel militar en Jartum, y después de que una multitud de manifestantes ha desafiado durante cuatro noches consecutivas, el toque de queda, el mantenimiento de una sentada frente a su residencia.

Nacido en el pequeño pueblo de Hosh Bannaga en 1944, Bashir es muy joven se alistó en el ejército de sudán y se levantó rápidamente a través de las filas, para convertirse en paracaidista y servir en el ejército egipcio durante la guerra de yom Kippur contra Israel en 1973. Nombrado como el general ya en la década de los Ochenta, alcanzó el poder, el golpe de estado del 30 de junio de 1989 que derrocó al Primer ministro elegido democráticamente, Sadiq al-Mahdi. Sus primeras medidas fueron la cancelación de la oposición, la ilegalización de todos los partidos políticos, la censura de la prensa y la disolución del Parlamento.

Las etapas de sus treinta años de reinado de Bashir, se pueden resumir en las masacres que cometen. El uno en el sur del País, en una de las más largas y sangrientas guerras del siglo XX, terminó con el nacimiento de Sudán del Sur; en el conflicto de Darfur, donde el genocidio implementado en contra de la población que no es afro-árabe, ha provocado la muerte de cerca de 400 personas.

Por su papel en Darfur, en julio de 2008, el fiscal de la Corte penal internacional en la Haya, Luis Moreno-Ocampo, fiscal de genocidio, Bahis Siteleri crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. Y el 4 de marzo de 2009, el tribunal dictó contra él una orden de detención. La única respuesta a Bashir será que esas acusaciones «no son dignos de la tinta con la que están escritos».

a Pesar de las manifestaciones en muchas ciudades de sudán, hasta hace un par de días, su despido parecía ser un evento muy raro. De un lado, la violenta represión de las fuerzas de seguridad y de la policía del islam, que siempre había logrado controlar y dispersar a las marchas. En el otro, ya que Éste contaba con el apoyo de las grandes potencias regionales – Egipto, Arabia Saudita y Qatar, que se considera un posible defenestración no es conveniente para ellos mismos. Pero mantener en el poder a toda costa, tal vez pidiendo al ejército a disparar contra la plaza, fue, obviamente, un precio demasiado alto a pagar.

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