Durante las vacaciones de fin de año, la redacción deportiva de Le Figaro les trae una serie sobre las personalidades que han molestado en 2023. Por diversos y variados motivos. Hoy, Carolina García.
Su tremendo final de temporada 2022 (semifinal del US Open y título del Masters) había despertado las mayores esperanzas. El 4º del mundo era la única posibilidad creíble para el tenis francés de levantar un trofeo de Grand Slam. Pero nada sucedió según lo previsto… Derrotada en octavos de final del Open de Australia (7-6, 6-4) por la polaca Magda Linette, entonces 45ª jugadora del mundo, la líder del tenis francés desapareció de la 2ª ronda del Roland-Garros y el 3.º de Wimbledon, antes de hundirse en la 1.ª ronda del US Open, un año después de haber estado muy cerca de la coronación en un contexto particular, eso sí (la pérdida de su abuela). Resultados indignos de su estatus y su talento.
Además de frustrar derrotas en finales contra jugadoras a su alcance en Lyon y Monterrey, perdió siete veces en una primera ronda. La francesa parece más que nunca paralizada por el peso de las expectativas que había despertado su magnífica segunda parte de la temporada 2022 y que la había visto pasar del puesto 76 al 4 del mundo tras su triunfo en el Masters de Fort Worth, Texas, en Otoño, su título más bonito hasta la fecha. A sus 29 años, Caroline García vive un mal remake de 2018. Tras un gran final de temporada en 2017, no pudo continuar los meses siguientes. Hay que decir que los problemas físicos la habían detenido en seco. En 2023, su cuerpo aguanta, es su cabeza la que ya no aguanta…
Más dura será la caída. Ella lo recalca: ha encontrado su identidad de juego, no la cambiará y el trabajo dará sus frutos. Fiel a su plan de juego, la lionesa atacó constantemente a sus oponentes, que a menudo se “contentaban” con esperar demasiados errores del líder del tenis francés. Atacar es bueno, tener un plan B, a veces también. El regreso a su equipo de Bertrand Perret, el entrenador que el Lyonnaise, de 29 años, quiere llevar adelante sus ideas. Respetable pero perjudicial, porque continúa la sensación de un gran desperdicio.
En enero, después de su desilusión en Australia, confesó: “Luché por controlar mis emociones, por armar mi juego y liberarme. Pero eso no es una verdadera sorpresa, luché por hacer esto en mis partidos anteriores y a menudo gané peleando. Esta es una de las configuraciones con las que me siento menos cómodo. Necesito trabajar en ello para gestionarlo mejor. Está la presión que te pones a ti mismo en relación con lo que quieres hacer. Generalmente, cuando el ranking sube, sube con él. Mis propias expectativas son bastante altas y tal vez me esté disparando en el pie. Magullada, respiró tras otro fracaso en Wimbledon: “El tenis me hace vivir mis mayores y peores emociones al mismo tiempo. Es una relación constante de amor/odio”. Frágil pero combativa, sufrió y hizo sufrir a sus fans durante una temporada frustrante en la que quiso llevar adelante sus ideas. Incluso si eso significa hundirse con ello. Para gran frustración del público francés.