Ayer por la tarde en Bibbiano escuché atentamente las palabras pronunciadas por Paola Pellinghelli con el sufrimiento y el tormento muy bien entendido. Junto a ella fue Matteo Salvini, y lo que he pensado acerca de lo que podría haber, o había, digamos, un político digno de el nombre de la madre de Tommy Onofri, un niño secuestrado y asesinado cerca de Parma, en 2006: «la Señora Paola, entiendo su dolor, ante el cual todos se inclinan. Pero después de cumplir 14 años en prisión, es decir, dos terceras partes de la pena, y, una vez verificada la buena conducta, los detenidos condenados porque carceriera de su hijo, y por lo tanto cómplice del asesino, de acuerdo a la ley, tiene el derecho a recibir un permiso. A continuación, volver a la celda para expiar las penas que quedan. Pero no se pudran en la que hay».