El Parlamento austriaco endureció el viernes 15 de diciembre la ley que prohíbe los símbolos nazis o vinculados al movimiento palestino Hamás, con el objetivo de contrarrestar el aumento de actos antisemitas y extremistas. El país alpino, anexado por Adolf Hitler en 1938, tiene una de las leyes más estrictas de Europa en materia de crímenes neonazis, pero las condenas son raras.

La enmienda a esta ley de 1947 fue aprobada por todos los diputados, a excepción de los del partido de extrema derecha FPÖ. El uso de símbolos nazis o cualquier otro símbolo de la lista, que incluye en particular a Hamás, la organización de los Hermanos Musulmanes o Hezbolá, se castigará ahora con multas más elevadas, de hasta 20.000 euros. Otro elemento, los funcionarios declarados culpables serán destituidos de su cargo.

El texto también penaliza cualquier minimización del Holocausto y otras atrocidades nazis, no sólo en casos flagrantes como ocurría hasta ahora. Los delitos cometidos por austriacos en el extranjero, en particular mediante la difusión de propaganda a través de Internet, se incluyen en la nueva ley, que también facilita la confiscación de objetos de devoción nazi.

También está tomando medidas enérgicas contra la desfiguración de banderas nacionales, mientras que recientemente varios emblemas israelíes fueron arrancados de sinagogas en Viena y otras partes de Austria. La ministra de Justicia, Alma Zadic, habló a principios de diciembre de una enmienda “histórica”, imprescindible para luchar más eficazmente contra el antisemitismo, el extremismo y la proliferación de la desinformación. El Comité Internacional Mauthausen se congratuló de las mejoras realizadas, aunque deploró que el negacionismo sólo sea castigado si se comete en presencia de al menos diez personas.

Austria, el país natal de Hitler, se ha presentado durante mucho tiempo como una víctima del nazismo, negando la complicidad de muchos austriacos. No fue hasta finales de la década de 1980 que comenzó a examinar su responsabilidad en el Holocausto. En total, 65.000 judíos austríacos fueron asesinados y 130.000 obligados a exiliarse.