Nuestro Cyrano nacional regresa a la Comédie-Française. Allí ingresó en 1938 ; apenas la ha dejado desde entonces. Cyrano es un personaje cómico, romántico y lunar. Así, cada uno puede interpretarla como quiera y a los directores les gusta meter sus hocicos mojados en esta obra maestra exquisitamente musical y arrancar de la nariz de su héroe los versos que quieren escuchar. Más de quince años después de la producción de Denis Podalydès que llamó la atención -gracias, entre otras cosas, a la escenografía de Éric Ruf y al vestuario de Christian Lacroix-, le toca a Emmanuel Daumas morderse este colmillo, frotarse hombros con este monumento nacional, príncipe de réplicas y declaraciones de amor. El otro día hubo una multitud para descubrir a Laurent Lafitte en este papel que puede ser el de su vida, en el sentido de que cada actor parece estar agradecido a este personaje que encarna el único teatro francés. Jugarlo es, en cierto modo, saldar una deuda. Hacerlo no está exento de riesgos.

En el escenario, ¿qué vemos? Una especie de montículo. Detrás de este pezón amarillento, una cortina con tiras doradas. Este es el escenario que Emmanuel Daumas eligió para representar el Hôtel de Bourgogne, donde está a punto de sonar la tartignolle Montfleury (maravillosamente sobreinterpretada por un Nicolas Chupin vestido como un pavo real dando una voltereta). Por todas partes la gente murmura, se mueve, espera la llegada de Cyrano. ¡Ahí está, colgado de una tirolesa, cruzando el escenario! Los espectadores esperan el primer apareamiento del héroe, las primeras palabras de Cyrano-Lafitte dirigidas a Montfleury: “Travieso, ¿no te he prohibido durante un mes? (…)”

Lafitte lleva bien su elocuente apéndice que acentúa su virilidad. Hay que decir que debe sentirse muy solo entre todos estos actores que parecen salidos de un mal music hall y que no escatiman en modales. Cyrano-Lafitte ha renunciado, a diferencia de la mayoría de sus inquietos compañeros de juego, a lo grotesco. No es un actor cómico sino un actor dramático. Su tan esperada diatriba sobre la nariz no impresiona. A medida que avance la actuación, nos daremos cuenta de que Lafitte se siente más a gusto en la calma que en las tormentas. Su Cyrano no es descarado. Más refinado que truculento. Un arrogante melancólico.

Luego entramos en Ragueneau, el maestro de los patés y pasteles. Está interpretada por un poético Laurent Stocker más allá de todo elogio. Su talento es evidente tan pronto como aparece en esta caja de dulces, dulces colores de Barbie. Una atmósfera repugnante, iluminada por un momento por una luna estilo Méliès que desciende de las perchas. Pero hablemos de Roxane y Christian. La bella Roxane, sobrina de Richelieu, se encuentra como en casa en esta habitación. Jennifer Decker gana el Rostand a la mejor actriz. Esta actriz tiene todas las bazas, inteligencia y elegancia, para interpretar este papel que no es sólo el de un consolador enamorado. Su personaje brilla bajo las estrellas. Jennifer Decker es la única actriz en el set. La dueña, la Bouquetière, las hermanas Marthe y Claire e incluso la madre Margarita están interpretadas respectivamente por hombres. En cuanto a Christian, Yoann Gasiorowski tiene muy buena pinta.

Pregunta: ¿Cyrano se habría enamorado de Christian hasta el punto de servirle Roxane en bandeja? Ridículo ? Oh si patético. De todos modos, Gasiorowski interpreta el lado tambaleante de su personaje al unísono: guapo y estúpido al mismo tiempo. La escena del beso es espléndida por su sencillez. Por lo tanto, tendremos que esperar hasta el intermedio para que nuestra vista esté libre de esta decoración que gotea. Estamos en la sede de Arras. Las literas de hierro marcan el tono metálico de la guerra. El papel del conde de Guiche corresponde a Nicolas Lormeau, que sabe ser amenazador. Un escalofrío recorre nuestra espalda cuando Cyrano muere. Lafitte se desploma en su capa de héroe y pensamos, como él, que los deseos más simples del mundo (vida, amor, felicidad) son deseos que con demasiada frecuencia se ven frustrados. Pobre Cyrano, dos veces desfigurado. Por su olfato y por esta puesta en escena kitsch y orientada.

“Cyrano de Bergerac”, en la Comédie-Française (París 1er), hasta el 29 de abril de 2024. En los cines Pathé el 25 de enero de 2024.