Desde la muerte de su hijo Elias, Anna (Renate Reinsve) apenas se da cuenta de lo que Mahler (Bjørn Sundquist), su padre, hace por ella. En la funeraria, Tora (Bente Børsum), un octogenario, mira por última vez a su fallecida pareja, Elisabet (Olga Damani). De camino al programa de comedia de su amante David (Anders Danielsen Lie), Eva (Bahar Pars) muere en un accidente de tráfico.

Mientras Oslo hace un calor sofocante, una tormenta provoca un breve corte de energía. Mahler llora junto a la tumba de su nieto y oye que alguien golpea bajo la tierra. Después de desenterrarlo, se lleva al niño a casa. Al mismo tiempo, Elisabet regresa junto a la cama de Tora. Para sorpresa de David y sus hijos, Flora (Inesa Dauksta) y Kian (Kian Hansen), Eva vuelve a la vida en el hospital.

Ciertamente, los muertos vivientes que aparecen en este melancólico drama de terror son letárgicos e inquietantes. Cuanto más avanza la historia, más irracional y amenazante se vuelve su comportamiento. Paralizados por el dolor, todos luchan por reconocer al difunto que milagrosamente ha vuelto a la vida.

Evocando canciones del segundo piso, de Roy Andersson, con su estética crepuscular y su atmósfera insólita, así como Repertorio de las ciudades desaparecidas, de Denis Côté, basada en la novela de Laurence Olivier, con su ritmo lento e hipnótico, Handling the Undead n Recuerda a Les revenants, una serie francesa de Fabrice Gobert, adaptada de la película Les revenants, de Robin Campillo. Sin embargo, este último estuvo fuertemente influenciado por Let the Right One In, una novela de John Ajvide Lindqvist, magníficamente llevada a la pantalla por Tomas Alfredson.

Por tanto, no sorprende encontrar en los créditos de Handling the Undead el nombre del autor sueco, que está escribiendo la adaptación de su propia novela con Thea Hvistendahl. Después de haber realizado una poderosa reflexión sobre la inmortalidad y la soledad tomando prestada la figura del vampiro, esta vez es la de los muertos vivientes a quienes invoca. Desgarradora como la interpretación de Nina Simone de Ne me déve pas, de Jacques Brel, que inquieta la película, la reflexión sobre el duelo y la ausencia que transmite este drama de terror contemplativo es un atrevido recordatorio del valor de la existencia.