Benjamin Sire es periodista y compositor.

Casi habíamos olvidado su voz ronca y su sentido aproximado del tempo, contrarrestados por el alma increíble que su tono de broma y sus palabras supieron exaltar. Y es inevitablemente de la peor manera como nos lo recuerda. Listo. Shane MacGowan, el irlandés más auténtico de esta despreciada Inglaterra donde nació y en parte creció, murió el jueves 30 de noviembre a la edad de 65 años a causa de una encefalitis viral.

Al menos se extinguió en Dublín. Fin de una vida y comienzo de este tiempo, donde la nostalgia como las embriagadoras y embriagadoras melodías de los Pogues pronto vendrán a burlarse de nosotros para hablarnos de aquella época no tan lejana en la que el rock estaba hecho de carne y sudor más que de planes de marketing y posa en Instagram. Con solo escribir estas palabras, todos los músicos, incluidos nosotros, recuerdan los primeros «conciertos» donde guitarras y tambores se incrustaban cerca del zinc de estos bistrós de mala reputación donde el sonido se perdía en medio de las risas, los movimientos de humor y los olores a cerveza. y orina. Una escuela de vida y un escenario que a veces enferma a quienes sonríe. Este fue el caso de Shane, tan cómodo con el éxito como un vago al comienzo de un maratón olímpico. Un inmenso malentendido que a veces sólo unas muletas asombrosas y litros de alcohol podían aliviar, para luego destruirlo a largo plazo.

Como ocurrió con The Clash, Ian Curtis de Joy Division y tantos otros, el track estelar donde se tambaleó Shane MacGowan fue un vía crucis donde la autodestrucción y el malestar quedaron expuestos a plena luz, sólo engañados por una habilidad única para formularlos con poesía divina. Algunos, como Curtis, se hundieron rápidamente, otros, como MacGowan, presentaron con el tiempo el espectáculo de su desintegración celestial. Otro malentendido. Si los puristas celebran sus letras sublimes y sus joyas como “Fairytale of New York” del álbum “Rum Sodomy and the Lash”, o incluso “Summer in Siam”, extraída de “Hell’s Ditch”, es con una portada, ya glorificada por los hermanos mayores de los Pogue, The Dublinners, que alcanzará las listas mundiales. El famoso “Dirty old town”, que parece una perfecta balada irlandesa que ayudará a afirmar la identidad celta de los Pogues. Error. La canción escrita en 1949 por… el inglés de origen escocés, Ewan MacColl, evoca la muy británica ciudad de Salford (Lancashire) y no el Dublín fantaseado que imaginan los fans.

No importa, para Shane MacGowan, el mundo entero era una taberna irlandesa, donde en la calidez de la amistad podíamos decir todo lo malo que pensábamos de una sociedad que deja tantas almas atrás. Podríamos burlarnos de los poderosos y no salir ilesos de atrevernos a mirar la pobreza cara a cara. Esa que da de beber las buenas canciones, tanto como hace vomitar al poeta impotente para sortearla más allá del tiempo de un concierto. Entonces la cosa se sale de control, porque el único escenario que no miente es el de la vida y ésta no ofrece nada parecido al paraíso. El otro está cansado. Y cuando entró con cara de perro perdido, Shane se había convertido en un espectáculo por derecho propio, una especie de monstruo salido de un Gaelic Freaks, no era más que exhibido frente a un público esperando el error, la caída. Y finalmente llega. Demasiado a menudo.

Fue así como en 1988 plantó su grupo, invitado a abrir una gira americana de Bob Dylan. Muerto de borrachera, nunca pudo tomar un avión. La sanción finalmente cayó en 1991. Fue excluido del grupo que encarnaba en solitario y que nunca se recuperó de su partida, componiendo dos álbumes limpios pero de mal gusto, diciendo en términos huecos lo que aportaba la ausencia. Último malentendido. Amamos a Shane MacGowan y The Pogues por su autenticidad y el aroma de Irlanda que se escapaba de cada una de sus notas, de la más mínima de sus palabras, y por eso queríamos verlos en todas partes, empujándolos a aumentar las distancias y el número de fechas, transformando su música y sus ganas en esta rutina que era su pesadilla y rompía el encanto… de la autenticidad. Porque lejos de su familia, lejos de Dublín, Shane MacGowan se iba alejando de sí mismo y su música ya no tenía razón de existir.

Listo. Un hombre vive y muere. Y en todos los casos, se cuenta cantando y bebiendo una pinta de Guinness en homenaje al Bukowski del punk irlandés.