Arnaud Benedetti es profesor asociado en la Universidad París-Sorbona. Es redactor jefe de la “Revue Politique et Parlementaire”, cuya reunión anual, la Cité des Débats, se celebra a partir de este viernes en Saint-Raphaël. Publicó “¿Cómo murieron los políticos?” El gran malestar del poder” (Éditions du Cerf, 2021).
EL FÍGARO. – En France Inter, Jérôme Cahuzac, condenado en 2018 por fraude fiscal, declaró que “no niega nada” sobre su posible regreso a la política. ¿Es posible, no obstante, volver a estar en primer plano?
Arnaud BENEDETTI. – Nada le impide legalmente hacerlo. En una democracia, son los votantes quienes deciden en última instancia desde el momento en que se cumplen los criterios de elegibilidad. Si hay un regreso, será localmente, en las antiguas tierras elegidas por Jérôme Cahuzac en Lot-et-Garonne, más precisamente en Villeneuvois. El ex ministro todavía mantiene contactos allí, como lo demuestran sus recientes apariciones sobre el terreno. El personaje fascina, siempre ha fascinado más allá de su única influencia electoral. Antes de verse arrastrado por la agitación jurídica de 2013, su atractivo también le permitió atraer a una parte del electorado de derecha. Cahuzac articuló en alguna parte un logos socialdemócrata muy moderado y un ethos de derecha. Su innegable carisma le aseguró, en tierras culturales socialistas radicales, su conocimiento político le aseguró un punto de apoyo sólido en ese momento y la izquierda local, principalmente el Partido Socialista, le debía su éxito. Muchos de los elegidos en el valle del Lot, entre los concejales departamentales de izquierda y otros electos locales, incluido su sucesor, ya derrotado, en el ayuntamiento de Villeneuve-sur-Lot, fueron elegidos gracias a la dinámica que tuvo logró inspirar. ¿Qué queda de ese capital? Esa es toda la cuestión.
El juego local ha cambiado mucho desde la época en que Jérôme Cahuzac reinaba en este territorio. El ejercicio resultará complejo porque, entretanto, un joven electo de derecha, Guillaume Lepers, se ha convertido en alcalde de Villeneuve-sur-Lot. Este último goza de buena imagen, es muy activo en el sector y desarrolla una relación muy estrecha. Su capacidad de resistir al posible fenómeno del regreso de Jérôme Cahuzac es una de las claves del futuro electoral de este territorio o, recordemos, los electores enviaron en primavera a un diputado RN a la Asamblea Nacional. Cabe señalar también que el ex ministro es más severo en sus declaraciones contra sus antiguos aliados y que perdona al actual alcalde de Villeneuve, intuyendo que goza de una popularidad innegable en su ciudad. La otra cuestión, además, si hay retorno, es saber por qué entrada se hará este último: ¿municipal, legislativo? A estas alturas es imposible decirlo.
¿Ha cambiado la opinión pública sobre las convicciones de los personajes políticos? ¿Es más complicado que en el pasado que los políticos condenados por diversos motivos vuelvan a la política?
Hay una paradoja: tanto una desconfianza creciente hacia la clase política, a la que todos los análisis de opinión muestran que no se le atribuye desde hace décadas un apego a los valores morales, como una banalización de los negocios, un comportamiento contrario a la ética pública. Francia acepta situaciones que en cualquier otro lugar de Europa serían castigadas con una retirada política. Lo que dice mucho de la inmensa crisis existencial que atravesamos. El gobierno tiene actualmente dos ministros, entre ellos el Guardián de los Sellos, que luchan con el Tribunal de Justicia de la República. Siguen en el cargo y está claro que ni siquiera la oposición parece tener prisa por pedir su dimisión. Además, las premisas muchas veces contradicen la sospecha o la sanción legal. Muchos funcionarios electos que tuvieron problemas con el sistema de justicia en el pasado han sido confirmados por sus votantes. El caso de Patrick Balkany, antes de que fuera declarado inelegible, es desde este punto de vista el más significativo. La verdad judicial no es necesariamente una realidad popular.
En el caso de Jérôme Cahuzac, sin embargo, la dimensión espectacular de su asunto fiscal mientras era Ministro de Presupuesto y de sus declaraciones ante la Asamblea permanece grabada en la memoria de muchos franceses. Pero desde el momento en que regresa a través del local, toda la cuestión es si los votantes locales favorecerían esta imagen o la del funcionario electo antes del asunto. En cualquier caso, sus oponentes seguramente no dejarán de hacerle volver a cometer su error original. Hay otro punto que también hay que tener en cuenta: si los franceses dudan de sus políticas, no confían en un sistema de justicia que está fallando en más de un sentido y a menudo está demasiado politizado. Jérôme Cahuzac, por paradójico que parezca, encarnación de las élites, podría agregar localmente una forma de populismo antisistema, sobre todo porque Villeneuvois es un país electoralmente con una tradición bastante rebelde y que lleva en su sociología todas las estigmas de la “Francia periférica”.
El ex ministro atacó la creación de Nupes. «A nivel político, no estoy seguro de que lo que ocurrió el año pasado durante la creación de lo que era sólo un cártel electoral destinado a salvar algunos escaños no fuera más grave» que la evasión fiscal, afirmó. ¿Cómo analizar esta estrategia de comunicación?
Jérôme Cahuzac fue sin duda una de las figuras socialistas intelectualmente más agudas de su generación. Y de lejos. Para quienes lo conocen, el hombre es brillante, rápido y también muy consciente de sus cualidades intelectuales… Lo cual no siempre es necesariamente bueno en política y en otros ámbitos. El camino que toma es el de la redención: ha reconocido sus faltas, ha rendido su homenaje a la sociedad y gracias a ello considera que puede volver a hacer oír su voz en la arena política. Es su elección, es responsable de ello, volverá a recibir muchos golpes, es capaz de afrontarlos, pero está por ver si el mejor vector para «redimirse» es a través de la política… Su diagnóstico sobre Nupes es también la de todos los socialdemócratas que rechazan cualquier alianza con el izquierdismo. Tiene una resonancia aún más fuerte en un terruño que está en las antípodas de esta radicalidad, por herencia histórica y composición sociológica. Lot-et-Garonne, como muchos departamentos rurales, requiere protección soberana, económica y cultural: es muy poco, o nada, macronista, y aún menos tentado por las ilusiones mortales del melenconismo. Sin embargo, está claro que a estas alturas los electores han dado su respuesta al macronismo y al melenconismo enviando a dos de cada tres parlamentarios de la RN al Palacio Borbón. Y nada dice que si tuvieran que votar de nuevo, esta vez no enviarían a tres. En la Francia periférica, las emulsiones oligárquicas no sólo exasperan, sino que, en general, se viven cada vez más como una secesión. De ahí la dinámica del voto RN.