Corresponsal en Jerusalén

Considerablemente debilitado en la Franja de Gaza, atrapado en el bolsillo de Rafah y sujeto a la presión continua del ejército israelí, Hamás todavía pretende aprovechar al máximo su baza: los 133 rehenes israelíes que aún mantiene. Insensible a las presiones de la comunidad internacional, el movimiento islamista mantuvo el miércoles ambigüedad sobre la posibilidad de un acuerdo de liberación.

Por séptima vez desde el inicio de la guerra desencadenada el 7 de octubre por el ataque terrorista de Hamás contra Israel, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, realiza un viaje a Oriente Medio. El miércoles, en Tel Aviv, fue muy claro: «ahora» es el momento en que Hamás debe aceptar la propuesta israelí, que calificó de «extremadamente generosa». En cuanto a los israelíes, dijeron que estaban dispuestos a esperar hasta el miércoles por la noche.

Pero Sami Abou Zouhri, portavoz de Hamás, aseguró el miércoles a la agencia de noticias Reuters que su movimiento todavía estaba “estudiando” la propuesta israelí. Le pasó la pelota al Secretario de Estado estadounidense, a quien llama “el ministro de Asuntos Exteriores de Israel, no de Estados Unidos” y a quien acusa de “contradecir la realidad”. Según él, es el Primer Ministro israelí quien intentaría evitar la conclusión de un acuerdo. El último se remonta a noviembre: permitió la liberación de 105 rehenes frente a la de 240 prisioneros palestinos. Desde entonces, mientras los combates continuaban y la situación humanitaria se deterioraba catastróficamente en la Franja de Gaza, las negociaciones fracasaron.

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¿Es posible que la declaración del portavoz de Hamás acabe con las esperanzas de un acuerdo que parecían surgir a principios de semana? Según el periódico libanés Al-Akhbar, la propuesta israelí, garantizada por Egipto, Qatar y Estados Unidos, propone inicialmente una suspensión de las actividades del ejército israelí durante cuarenta días y la liberación de treinta y tres rehenes israelíes, a un precio de tres cada tres días, a cambio del de los detenidos palestinos. Debería conducir a “una calma duradera y a poner en práctica todo lo necesario para obtener un alto el fuego”. Pero no incluye la promesa israelí de no realizar más operaciones en la Franja de Gaza.

Sin embargo, el Primer Ministro israelí ha prometido, desde el inicio de la guerra, una “victoria total” contra Hamás. Renovó este compromiso el martes: se trata de una operación en Rafah, donde se habrían retirado los últimos batallones del movimiento islamista. El ejército israelí dice que está dispuesto a actuar; el millón y medio de civiles palestinos concentrados en esta zona, a lo largo de la frontera con Egipto, lo esperan con preocupación.

Benyamin Netanyahu está desempeñando su papel de primer ministro: su coalición amenaza con estallar. Se debate, por un lado, entre Benny Gantz, un importante personaje de la oposición, que aceptó unirse al gobierno de emergencia, pero que ahora amenaza con abandonarlo si no se cumple el acuerdo para liberar a los rehenes. Y, por otro lado, el ala extremista, cuyos líderes ponen en juego su dimisión si la liberación de los rehenes prima sobre la continuación de la guerra. Así lo hizo el miércoles Orit Strouk, ministra de Misiones Nacionales y miembro del Partido Religioso Sionista. Al volante de su líder, Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, se opuso a un acuerdo que «tira a la basura» los objetivos de la guerra «salvar a 22 o 33 personas, o no sé cuántas». Un gobierno de este tipo no tiene derecho a existir”, concluyó.