Yannis, de 33 años, gran cinéfilo, iba al cine dos o tres veces por semana. Pero eso fue antes. Antes, la presencia de chinches en las habitaciones oscuras se ha intensificado desde el inicio del curso escolar. Un fenómeno que rápidamente adoptó la forma de una psicosis colectiva: se detectaron chinches allí en un TGV, aquí en el metro y allí en las aulas. En cuanto a los cines, en cuanto aparecieron los primeros casos, nos apresuramos a intentar apagar el incendio. Pero desde entonces se han mostrado reacios a hablar sobre el tema. Estas pequeñas criaturas, no más grandes que una semilla de manzana, aún podrían tener un impacto económico mayor de lo que sugiere su pequeño tamaño. Basta escuchar la cantidad de personas que ahora dicen que no se atreven a venir a sentarse en los sillones acolchados rojos de las habitaciones oscuras.
“Desde la cobertura mediática de las chinches, me ha ralentizado y hace poco más de un mes que no vuelvo al cine”, afirma Yannis. Amélie, de 25 años, que disfrutaba yendo al cine todas las semanas, afirma también que ya no va por miedo a “infestar (su) nuevo apartamento”. La misma explicación para Laetitia, de 28 años, que “nunca ha visto chinches”. “Pero me disuade el miedo a traerlo a casa”, explica la joven. «C’est vraiment compliqué pour moi de me restreindre mais, en même temps, savoir qu’on peut s’asseoir sur des fauteuils infectés gâche clairement le plaisir de voir un film», déplore Sarah, habituée des cinémas indépendants de la capitale depuis varios años.
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Sin embargo, entre los profesionales juramos que el impacto en la asistencia es mínimo. “No hay un impacto significativo en la asistencia”, se limita a decir el Centro Nacional de Cine e Imágenes Animadas (CNC). Los cines MK2, algunos de los cuales han sido citados públicamente por los espectadores como contaminados por chinches, también afirman que “no hay caída en la asistencia, ni en las suscripciones, ni ningún impacto”. En Pathé-Gaumont nos referimos a la Federación Nacional del Cine Francés (FNCF), la organización que representa a los operadores cinematográficos en Francia, que no respondió a nuestras solicitudes. Otro sindicato del sector relata sus últimos intercambios con la FNCF, durante los cuales la federación le aseguró “que los casos de chinches en las salas de cine eran marginales y que se mantenía vigilante al respecto”.
Los observadores externos del sector cinematográfico hacen la misma observación. El instituto Comscore, fiel seguidor de las taquillas mundiales, no ha observado ningún “efecto chinche” en las películas francesas. «Es posible que se hayan producido impactos a nivel local a raíz de determinados temas en la prensa, la radio y la televisión, pero ninguna «psicosis» general que tendría un efecto notable en el mercado», indica Éric Marti, delegado general de Comscore Francia. Por tanto, nadie culpa a las chinches de la escasa asistencia a los cines franceses en septiembre. Según las estimaciones del CNC, ciertamente el número de espectadores aumentó un 16,1% con respecto a septiembre de 2022, que fue el peor septiembre desde 1980, después de 2020. Pero, sobre todo, bajó un 21,1% con respecto a la media de los años anteriores al Covid 2017-2019. . Una caída “ligada al verano indio” y al clima excepcional del mes de septiembre, intentan justificar los cines MK2.
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Sin embargo, las chinches son “un nuevo golpe para estos establecimientos que ya sufren el desencanto de la población desde el Covid-19”, señaló el mes pasado en nuestras columnas Cécile Eynard, consultora en estrategia de comunicación digital. Los testimonios recogidos por Le Figaro demuestran la necesidad de tranquilidad de los clientes. Yannis, por ejemplo, se dice dispuesto a volver a ver películas en las salas, siempre que los grupos de cine “hagan estudios o comunicaciones para resolver este problema y dejen de negar esta realidad que intentan borrar con tuits”.
Martine*, de 67 años, también espera “más comunicación para tranquilizar a la gente y advertirles de que se han realizado desinfecciones”. Aunque esta abonada a UGC va menos al cine actualmente, todavía ha encontrado una solución para arriesgarse a ir de vez en cuando. “Pongo un pareo en mi silla y lo empapo en insecticida”, explica esta mujer de sesenta años. En cuanto a Nicole, sólo va a “cines con asientos de cuero”. Otra cinéfila dice que tiene “un amigo cirujano que pone colchones de hospital en las butacas del cine”. Otros abandonan las grandes cadenas, como Annabel, de 33 años, y prefieren los cines independientes, “más pequeños y con menos tráfico”. Pero la mayoría es unánime. Volverán al cine una vez que toda esta psicosis se haya calmado.
*Los nombres han sido cambiados