Una de cada ocho personas en el mundo depende de las remesas de las diásporas. Doscientos millones de trabajadores migrantes participan en la mejora de las condiciones de vida de alrededor de 800 millones de miembros de sus familias que permanecen en el país. Envían un promedio de 200 a 300 dólares cada uno o dos meses, o el 15% de su salario. Estas sumas representan hasta el 60% del ingreso total de un hogar receptor, según el Banco Mundial.

Las remesas de los emigrantes “han crecido rápidamente en los últimos años y ahora representan la mayor fuente de ingresos extranjeros para muchas economías en desarrollo”, explica John Plassard, especialista en inversiones de Mirabaud en una nota reciente.

En 2022, los flujos hacia los países de ingresos bajos y medios aumentaron un 8% según el Banco Mundial hasta alcanzar los 647 mil millones de dólares (de un total de 831 mil millones de dólares). Este salto se debe al alto nivel de los precios del petróleo en los países miembros del Consejo de Cooperación del Golfo que impulsó los ingresos de los inmigrantes activos; a los importantes flujos desde Rusia hacia los países de Asia Central y finalmente al dinamismo del mercado laboral en Estados Unidos, primer país de acogida de estos trabajadores.

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India es el mayor país receptor (111 mil millones de dólares en 2022), seguida de México (61 mil millones), China (51 mil millones), Filipinas (38 mil millones) y Pakistán (30 mil millones).

El aumento de 2022 está precedido por una mejora notable de las remesas globales, del 10,6% en 2021, un repunte desde el mínimo debido a la pandemia de Covid. Sin embargo, se espera que estos flujos aumenten muy poco este año (1,5%) y en 2024.

Esta pérdida de vigor puede explicarse por la sucesión de crisis, el Covid-19, la guerra en Ucrania y la inflación que ha provocado un violento ajuste monetario en todo el mundo. La disminución de la actividad en ciertos sectores, combinada con el aumento de los precios, limita la capacidad de los inmigrantes de enviar dinero a casa.

“Aproximadamente el 75 por ciento del dinero se utiliza para llevar comida a la mesa y cubrir facturas médicas, matrícula o gastos de vivienda”, dice John Plassard. Esta ganancia financiera inesperada es un verdadero salvavidas para los países en desarrollo, ya que los montos representan una fuente de financiamiento más importante que la ayuda al desarrollo pública o privada.

Una señal de la importancia de su contribución a la reducción de los déficits de cuenta corriente es que estas transferencias de fondos representan, en promedio para los países de bajos ingresos, el 4% de su PIB. Con disparidades muy fuertes. Así, las Islas Samoa dependen de él en un 34%, el Líbano en un 36%, Tonga en un 44% y Tayikistán, una parte importante de cuyos nacionales trabajan en Rusia, en un 51%.