¡Hay más en la vida del baile que solo Giselle y Swan Lake! La excelencia obliga, el Ballet de la Ópera de París, uno de los más prestigiosos del mundo, lo demuestra con esta apertura de temporada: una velada estructurada en torno a cuatro obras contemporáneas y magistrales. Apertura del programa: Singularidades plurales de Nicolas Paul. Un trío de punta impresionantemente preciso con música de André Caplet. Ocho minutos pulidos e impresionantes.

Seguido de La última llamada. Se trata de una afirmación muy poderosa para amplificar la dramaturgia ya que habla “brutalmente de la muerte” como reconoce Marion Motin. En esta obra, el coreógrafo que también trabaja para la variedad, desde Stromae hasta Angèle, va mucho más allá del entretenimiento. Sus treinta minutos de baile fuerte y cautivador, en un escenario sin decorado más que una cabina telefónica, revelan todas las preguntas que acechan a quienes han perdido a un ser querido –para ella, su padre– y los salvan del abandono. Todo se escucha, en esta oscuridad elegida, esculpida por una hermosa iluminación.

Luego viene el segundo encargo del Ballet. Horizon, creada especialmente por el coreógrafo chino Xie Xin. En escena, una niebla permanente envuelve a los bailarines y sus gestos, todos ellos flexibles y felinos. xie La atmósfera cautivadora es tan natural que uno creería estar perdido en la niebla, al borde de un bosque humeante.

Finalmente, para cerrar la velada, el ballet retoma la creación de 2016, The Seasons’ canon, una increíble recomposición del compositor Max Richter, inspirada en Las Cuatro Estaciones de Vivaldi. La coreógrafa canadiense Crystal Pite basa todo su trabajo en esta música para llevar la danza más allá de una simple ilustración, transformándola en un verbo hablado. Estamos impresionados por el éxito de su proyecto.

Las cuatro obras, pero ¿podríamos dudarlo con el Ballet de la Ópera de París? – se bailan maravillosamente. Más que una velada: puro placer.

Palacio Garnier Hasta el 12 de octubre