Palestina en busca de reconocimiento en el escenario internacional. Este martes 2 de abril, los líderes palestinos relanzaron oficialmente el procedimiento para convertirse en miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas. Esta solicitud, que data de 2011, fue renovada al Secretario General de la ONU por Riyad Mansour, embajador palestino ante la ONU. Muchos observadores se muestran escépticos sobre las posibilidades de que este enfoque llegue a buen término. ¿Puede Palestina realmente ganar su caso? ¿Qué cambiaría esa membresía en términos concretos para el enemigo jurado de Israel?
Esta petición no es nueva. El primero en formularlo fue el presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, en septiembre de 2011. Pero el procedimiento para “la adhesión del Estado de Palestina a la ONU” nunca llegó a su fin. Sin embargo, en noviembre de 2012, los líderes palestinos finalmente obtuvieron el estatus de observadores. Un estatuto separado, del que también disfruta el Estado Vaticano. Sin olvidar los casos particulares de la Orden de Malta y la Unión Europea, también miembros observadores, pero como entidades soberanas y no como Estados.
A priori, el procedimiento para que un Estado se una a la ONU no favorece a Palestina. De hecho, presupone una recomendación positiva del Consejo de Seguridad, cuyos cinco miembros permanentes -China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia- tienen el famoso derecho de veto. «Es probable que Estados Unidos utilice su veto», afirmó David Khalfa, codirector del Observatorio del Norte de África y Oriente Medio y especialista en Oriente Medio. Incluso si este primer paso se completara con éxito, el enfoque todavía tendría que ser objeto de una decisión de la Asamblea General de las Naciones Unidas por una mayoría de dos tercios.
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En realidad, la entrada de Palestina en la ONU como Estado miembro de pleno derecho plantea la cuestión del reconocimiento en la escena internacional de un Estado palestino. “Las condiciones para convertirse en miembro de pleno derecho de la ONU están definidas legalmente”, subraya David Rigoulet-Roze, investigador asociado del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (Iris) y especialista en Oriente Medio. Sólo se puede admitir un Estado soberano, lo que requiere fronteras definidas y administrado por un gobierno unificado.
¿Cumple Palestina estos criterios? David Rigoulet-Roze se muestra escéptico. “Los Acuerdos de Oslo fueron acuerdos intermedios, a la espera de un acuerdo final que nunca se materializó y que debía definir con precisión las fronteras”, recuerda. Además, hay dos entidades territoriales distintas -la Franja de Gaza y Cisjordania- con dos gobiernos distintos, ya que Hamás expulsó manu militari de la Franja de Gaza el gobierno legal de la Autoridad Palestina en 2007. Por último, persiste el problema de saber con qué autoridad la población se siente representada”.
En una palabra, el problema sería menos el de la legitimidad de la solicitud de membresía en las Naciones Unidas que el de su legalidad. Investigadora en ciencias políticas y relaciones internacionales en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI), Amélie Ferey es menos tajante. “Son casi los mismos argumentos que oponemos a Ucrania para entrar en la OTAN”, argumenta el especialista en el conflicto palestino-israelí. Sin mencionar que el contexto político podría permitir cierta flexibilidad con respecto a las reglas y criterios de entrada.
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Una cosa es segura: esta adhesión no es evidente. Todos los observadores coinciden en que los dirigentes palestinos son perfectamente conscientes de ello. Entonces, ¿cuál es su objetivo, si saben que su solicitud tiene muchas posibilidades de no tener éxito? «Los líderes palestinos quieren aprovechar el creciente aislamiento internacional de Israel», quiere creer David Rigoulet-Roze. Es a la vez una operación de comunicación dirigida a la comunidad internacional y un deseo de reafirmar la legitimidad de una aspiración nacional”.
Siendo el objetivo de la ONU organizar las relaciones entre los Estados sobre la base del derecho y no de la violencia, convertirse en miembro de pleno derecho de la organización equivale a ser reconocido como un Estado plenamente legítimo. “La autoridad palestina quiere aprovechar la ola de simpatía global generada por el sufrimiento de la población de Gaza para posicionar a Palestina como un actor legítimo en el sistema internacional”, añade Amélie Feray.
“Esta estrategia de internacionalización del conflicto es clásica por parte de la Autoridad Palestina desde 2014”, analiza David Khalfa. Implícitamente revela el fracaso de los intentos de paz”. Esto permite entender el probable veto de Estados Unidos. “La administración Biden quiere que Israel, si no lo reconozca, al menos dé un acuerdo de principio para el reconocimiento de un Estado palestino, a cambio del cual los países árabes musulmanes de la región normalizarían sus relaciones con Israel”, explica David Calfa.
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Un proyecto ambicioso e impensable mientras la guerra y el gobierno de Benjamín Netanyahu estén en el poder. De hecho, Tel Aviv rechaza claramente una solución de dos Estados, sin mencionar que el parlamento israelí votó masivamente en febrero contra cualquier “reconocimiento unilateral de un Estado palestino”. “Por tanto, los estadounidenses esperan que, después de la guerra, las elecciones permitan a Netanyahu pasar página”, continúa el codirector del Observatorio del Norte de África y Oriente Medio. Sin embargo, no oponerse a esta estrategia palestina de internacionalización equivaldría a empujar a la opinión israelí a los brazos de la derecha nacionalista”.
Aunque es probable, este veto por parte de Washington tampoco es seguro. “Tampoco se puede descartar una abstención de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad”, sugiere David Khalfa. Si este apoyo se formula de manera muy general, recordando sólo el objetivo de una solución de dos Estados, sin hacer referencia a los temas explosivos de las fronteras, Jerusalén o los refugiados, tal vez sea posible una abstención de Washington. «Sería una bofetada al gobierno de Netanyahu y la decisión de aislarlo aún más».
Además de un importante paso adelante en el reconocimiento de su legitimidad en la escena internacional, la adhesión de Palestina como miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas le permitiría evidentemente participar en las votaciones de la Asamblea General o formar parte de comisiones. “Esto daría a los palestinos más libertad para hacer oír su causa”, resume Amélie Feray.
Por último, tal vez habría que matizar la imposibilidad de esta adhesión en la medida en que varios países europeos -España, Reino Unido, Francia- han planteado recientemente la posibilidad de estudiar el reconocimiento de Palestina. En febrero, Emmanuel Macron declaró que ese reconocimiento ya no era un “tabú”. Francia incluso presentó un proyecto de resolución sobre Gaza al Consejo de Seguridad, citando la “intención de dar la bienvenida al Estado de Palestina como miembro de pleno derecho de la ONU”.