Profesor emérito de la Universidad Paul-Valéry de Montpellier, Claude Chastagner es especialista en música popular angloamericana. En 2022, publicó De barrios a pantanos: música popular e identidad en los Estados Unidos con Presses universitaire de Bordeaux.

LE FIGARO.- El cantante de country estadounidense Oliver Anthony escribe contenidos con un alto contenido político, aunque niega cualquier compromiso partidista. ¿Su éxito no tiene precedentes en la historia musical estadounidense?

Claude CHASTAGNER.- En este estilo de música, su éxito no tiene precedentes. La cantante Dolly Parton tuvo un éxito deslumbrante, pero aquí la velocidad con la que Oliver Anthony se abrió paso es impresionante, como ya destacó la prensa estadounidense. Sobre todo, su éxito no se refiere a una sola canción, concretamente Rich Men North of Richmond, sino a una quincena, que entró el verano pasado en el top 50 de música descargada, algo que nunca le había sucedido a ningún cantante en vida.

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¿Es nueva la dimensión altamente política de la música country?

Hay que recordar que originalmente la música en Estados Unidos nunca estuvo organizada sobre una base racial. Independientemente de la región, incluso Luisiana o los Apalaches, donde la esclavitud duró más, siempre hubo intercambios culturales entre los esclavos y sus amos. Esta proximidad entre las culturas blanca y negra, a pesar de la violencia, continuó después de la abolición. Músicos afroamericanos cantaron repertorios británicos e irlandeses mientras músicos blancos tocaban blues.

Fue a partir de la aparición de la tecnología de grabación en la década de 1920 que, por motivos comerciales, se produjo específicamente música negra, música racial y música blanca, country y hillbilly. Fue en estos años que apareció una dicotomía entre country y soul, blues, etc.

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Posteriormente, la música country se utilizó para reforzar las diferencias raciales y políticas, aunque hoy la dimensión política sigue siendo compleja. Hay algunos de los músicos blancos más conservadores, nacionalistas e incluso racistas que toman prestado del rap y viceversa. También hay un fenómeno de recuperación del país por parte de una sociología blanca, muy masculina, que se encuentra en la música tradicional blanca que exalta las raíces. Pero, a la inversa, en el pasado ha habido cantantes de izquierda, como Bob Dylan.

Oliver Anthony lamenta con razón la autenticidad pasada de sus palabras. ¿Cuál es la división que surge detrás del éxito de sus canciones?

Sus posiciones políticas son bastante vagas. Pero lo que está claro es esta oposición tan americana entre lo moderno y lo antiguo, entre la tradición auténtica y el mundo moderno equivocado, hecho de vulgaridades. También existe la otra oposición entre “nosotros” y “ellos”. “Nosotros” los pobres, blancos y trabajadores, y “ellos” los ricos y los políticos de Washington. Una oposición social que ignora las críticas más habituales contra el capitalismo. También encontramos referencias conspirativas, por ejemplo con la insinuación de una red de pedofilia dirigida por los poderosos, que se hace eco de las acusaciones formuladas por la secta Qanon contra Hillary Clinton durante la campaña presidencial de 2016.

En esto, Oliver Anthony se diferencia de otros cantantes que también podrían calificarse de populistas, como Bruce Springsteen, que denunció el desarrollo del capitalismo depredador y la responsabilidad de las grandes empresas farmacéuticas en la epidemia de opioides. Hay algo más visceral y menos elaborado en Oliver Anthony, que le habla más a las personas con las que habla. Es decir, el público de Donald Trump: gente que cree que no tiene voz y a la que el cantante se la presta.

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Todavía podemos ver implícitamente un cierto libertarismo, este movimiento de pensamiento que rechaza el control del Estado y aboga por la libertad total del individuo. El cantante también criticó el Estado de Bienestar, retomando los argumentos del presidente Reagan que quiso eliminar toda asistencia social en los años 80. El verdadero valor, para él, es el del trabajo.

El estilo muy refinado elegido por el cantante para expresar esta visión del mundo no es insignificante…

Es cierto que esa sencillez musical, con sólo una guitarra y una voz, tiene algo de auténtica, más real, sencilla, a diferencia de otro tipo de country que a veces puede ser muy rockero, muy eléctrico.

Oliver Anthony habla muy íntimamente sobre su depresión. En términos más generales, se trata de un fenómeno bastante reciente. Hay una tendencia en la música estadounidense hacia una mayor franqueza que no sólo concierne al country. Uno de los mayores éxitos del rapero Kendrick Lamar es una canción sobre sus problemas mentales. Y para algunos cantantes actuales, y según el lema de los años 60, lo personal, lo íntimo, es político.

¿Podemos comparar la música de Oliver Anthony con otros géneros de música tradicional como el fado portugués que lleva en sus textos y melodías el sufrimiento de la condición humana?

Sí, y también podríamos mencionar el rebetiko griego o incluso el blues. Estos géneros, con el folk, comparten una sencillez que ha permitido a personas sin educación expresar algo íntimo, con tristeza, dolor, exilio y por otro lado expresión de esperanza en una forma de alegría y liberación. Como si la música fuera una forma de terapia.