Étienne Ruhaud es crítico literario y director de colecciones de las ediciones Unité.

Impulsa tu pensamiento crítico… Un ensayo con título programático, el nuevo libro de Emmanuel-Juste Duits, cofundador del sitio Wikidébats, nos invita a ir más allá de nuestra comodidad intelectual, de nuestras certezas, y define lo que podría ser el fundamento de una auténtico espíritu de apertura, en el corazón de un mundo complejo, globalizado y multicultural, donde cada uno parece volver a sus valores. Deseoso de evitar el doble peligro del relativismo, además de la ideología y el encierro, el hombre-red definido por el autor debería poder dialogar verdaderamente, en el sentido socrático del término. Para ello se prevén varias vías: esto implicaría no solo un nuevo enfoque de la información, del principio mismo del debate, sino también otra manera de considerar la escuela, entre otras.

Un fenómeno reciente, posterior a los años 1980, la globalización crea una sociedad compleja, donde se cruzan varios grupos étnicos y sociales con diferentes valores, lo que puede generar un estrés constante. Hoy en día, el occidental medio puede elegir varios sistemas de valores, en definitiva muy diferentes. Por tanto, algunos se sienten tentados a encerrarse en sí mismos, en viejos valores o en el comunitarismo, mientras que otros se embarcan en una carrera interminable hacia el consumo. El filósofo propone un cambio de paradigma, empezando por renunciar a las viejas ideologías, que no han logrado (especialmente en el caso del comunismo), inventar algo más, sin hundirse en el relativismo.

El punto de partida sería aceptar la naturaleza multicultural de nuestra sociedad, para evitar conflictos comunitarios y reinventar una forma de vida apasionante. No se trataría necesariamente de elegir tal o cual sistema de pensamiento, ni de mezclarlo todo en un sincretismo que al final resulta poco eficaz, sino de adoptar “acciones adaptadas a un mundo cambiante y complejo” (p. 17). , en particular para poder vivir juntos de manera armoniosa. El objetivo del filósofo parece, por tanto, ambicioso, tal vez digno de ser incluido en la categoría de las utopías, como él mismo admite muy bien.

Frente a un mundo “en movimiento y complejo” (p. 17), debemos liderar, de frente, una revolución “interior” y exterior, para transformarnos en lo que Emmanuel-Juste Duits llama un “hombre red”, es decir, un hombre capaz de afrontar la complejidad del mundo para convertirse en ciudadano, en el sentido noble y pleno del término. Al ofrecer aparentemente una multiplicidad de puntos de vista, perspectivas e ideologías, la globalización resulta paradójicamente en una forma de estandarización, esencialmente según el modelo estadounidense. No estamos en el espectro del arco iris, sino más bien en una especie de gris, como si todos los colores, al fusionarse, perdieran su propio carácter. En realidad, esto parece contradictorio.

En primer lugar, frente a los múltiples estilos de vida que se ofrecen (hinduismo, Iglesia de Jehová, etc.), ¿qué elección debemos hacer? Todos los gurús parecen valer la pena, porque todos parecen al menos igual de convencidos y, por tanto, convincentes. El sincretismo, que conduce al relativismo, es generalmente imposible. No podemos adoptar dos modos de pensamiento que se cancelen mutuamente, a menos que estemos divididos: por ejemplo, convertirnos en cristiano y comunista, o musulmán y budista. Mucha gente prefiere permanecer en sus certezas, lo que conduce a una rigidez y, por tanto, a un conflicto más o menos latente.

Sin embargo, curiosamente nunca hemos tenido acceso a tanta información. Estamos literalmente bombardeados con noticias. Sin embargo, este exceso no conduce a la apertura, porque cada uno elegirá su canal, o su periódico, en función de sus opiniones preestablecidas, sesgo de confirmación. Muchos elementos interesantes no se transmiten a la mayoría porque están en sitios partidistas, y los propios medios de comunicación participan en la desinformación, al no mencionar ciertos aspectos de la realidad. Idealmente, deberíamos consultar los llamados sitios extremistas, si no sitios de conspiración, para escuchar el otro lado de la historia y formarnos una opinión personal. Esto parece necesario, particularmente en lo que respecta a las élites, que generalmente están desconectadas de las expectativas y preocupaciones de los círculos populares, que se han vuelto inaccesibles.

Por tanto, la sociedad se encuentra aún más fragmentada. Emmanuel-Juste Duits habla de “multiversos”. Un ejecutivo conocerá en Châtelet a un joven de la ciudad, pero no tendrá en absoluto las mismas inquietudes que él ni la misma visión del mundo. Y al final la gente acaba mirándose unos a otros con hostilidad.

La opinión se fabrica en gran medida a partir de la información. Unos medios de izquierda harán así simpatizantes de la revolución cubana y de la figura del Che Guevara, mientras que unos medios de derecha las harán horribles. También hay que tener en cuenta el momento: ser comunista antes de la caída de la URSS parecía una forma de humanismo. Finalmente, vemos que muchos se involucran en una causa que consideran justa, precisamente por falta de información. De hecho, debemos intentar comprender el recorrido intelectual de mi interlocutor, incluso si no compartimos las mismas opciones, y por tanto aprender a pensar en la complejidad.

Tal actividad implica también confrontar las propias ideas con la realidad, sabiendo que todos practicamos una actividad predictiva, es decir, que en última instancia buscamos la confirmación de nuestras presuposiciones a través de la información que elegimos. Sin embargo, acceder a la verdad requiere obtener información de diversas fuentes, o escuchar varias verdades y romper barreras. ¿Pero cómo sabes a quién escuchar? A priori, para saber si algo es verdadero, o justo, bastaría con definir cuál es el efecto esperado y si los elementos presentados permiten lograr ese mismo efecto. En realidad, nada es tan simple. Ya podemos establecer que ciertas informaciones, o ciertas “grandes verdades” afirmadas no son admisibles, en la medida en que son demasiado incompatibles con los hechos establecidos, que presentan demasiados fallos en sus propias predicciones y, finalmente, carecen de coherencia interna. .

Sin embargo, aparece una nueva dificultad. El epistemólogo Paul Feyerabend demuestra que la experiencia concreta no siempre permite contradecir tal o cual afirmación. Así, la teoría de la evolución fue considerada durante mucho tiempo anticristiana porque destruyó el mito creacionista. Sin embargo, Teilhard de Chardin logró relacionar las tesis darwinianas con el cristianismo y demostrar así incluso la existencia de Dios.

También vemos que la mayoría de las ideologías dejan de lado los elementos perturbadores, a menudo calificándolos de noticias falsas y, por tanto, descalificándolos. Karl Popper habla de “sistema cerrado” y de diversión. Ante una contradicción, un marxista acusará a su interlocutor de ser pequeñoburgués o fascista y, por tanto, no le responderá en cuanto al fondo. “Siempre podemos mantener nuestras creencias, cualesquiera que sean los hechos”, declara Emmanuel-Juste Duits (p. 69). Éste es el fundamento del totalitarismo.

En una democracia ideal, por el contrario, debemos multiplicar las cuadrículas de lectura recurriendo a fuentes que nos parecen incongruentes. Esto no significa admitir nada, sino examinar honestamente todas las proposiciones. La tarea parece inmensa. Feyerabend habla de un “océano siempre vasto de alternativas mutuamente incompatibles” (p. 71). Sólo observando y sopesando puntos de vista a veces irreconciliables ganaremos mayor conciencia y, por tanto, nos convertiremos en mejores ciudadanos.

Esto requiere también superar tres actitudes nocivas:

– El sofismo, que consiste en justificar todo mediante mentiras, mala fe, es una postura que ya denunció Sócrates.

– El dogmatismo, modo de pensar cerrado en sí mismo, totalmente inmune a la contradicción.

– Escepticismo, que conduce al relativismo absoluto. Nada sería cierto y por tanto nada se puede afirmar.

Construir un pensamiento complejo y adaptado también requiere alejarse de tres enfoques:

– La de ciertos científicos, que consideran todas las verdades provisionales y que, por tanto, no pueden afirmar nada sólido y tangible.

– La del filósofo que rechaza la experiencia sensible y que se basa en la lógica pura sin querer nunca verificar los hechos de manera sensible y concreta, lo que conduce a inconsistencias y, por tanto, a una inadecuación con el mundo.

– La del místico que renuncia al conocimiento para refugiarse en una especie de revelación, que es también una evasión de la realidad.

Si no podemos cambiar el mundo por completo, nos corresponde a nosotros modificar ciertos aspectos del mismo, mediante una serie de “pequeñas revoluciones”. Nunca antes habíamos tenido tanto tiempo libre. Tampoco nunca hemos podido aprovechar tanto la herramienta de Internet, que nos permite definir otro tipo de poder, no controlado por las autoridades estatales. Desafortunadamente, demasiadas personas tienden a perderse en la web, lo que implicaría crear sitios que funcionen como redes.

La fragmentación del conocimiento y su fragmentación no sólo amenazan el campo social, sino también el campo científico. Cada vez más especializados, separados en diferentes ramas, los conocimientos se dividen en múltiples campos que no se comunican entre sí, lo que a menudo da lugar a errores relacionados con la falta de comunicación. Estos errores generan tecnocracia (así, arquitectos y urbanistas han construido, desde los años 1960, grandes complejos urbanos sin consultar a residentes, artistas, trabajadores sociales, etc.). Por lo tanto, para lograr una auténtica democracia participativa, sería conveniente romper las burbujas de información haciendo que los diferentes actores se comuniquen, sin escuchar todo ni nada, en particular las noticias falsas que conducen al populismo. Sería cuestión de ir más allá de las divisiones políticas para lograr lo que pide Emmanuel-Juste Duits: la constitución de auténticos Estados generales de iniciativa popular, para resoluciones concretas.

Esta comunicación encontraría su culminación en un proyecto ambicioso (y utópico): el “Jardín de las Posibilidades”. Liderado por Paul Faure, este nuevo concepto debería reunir minigrupos autogestionados, unidos en torno a un interés común (como la agricultura biológica o la religión). Estos diferentes grupos se encargarían de enfrentarse a oponentes reales, escuchar todos los puntos de vista y luego transmitir sus conclusiones a los otros minigrupos, para hacer circular información y cuestionarse siempre. Se objetará que tal diseño sólo daría lugar al encuentro de unos pocos idealistas y que no tendría ningún impacto. A lo que responderíamos que este espacio de reflexión acompañaría el surgimiento de nuevas ideas y, por tanto, de nuevas decisiones, incluso a nivel político global. A partir de entonces, la creación de un “jardín de posibilidades” se completará con la red “Conexiones”, presentando las conclusiones de los minigrupos y afrontando una vez más las limitaciones, en un estado de ánimo de máxima apertura.

El objetivo sigue siendo pensar colectivamente, utilizando Internet de manera diferente. En esta zona, efectivamente, falta un espacio común, y la abundancia misma de la red se asemeja a un pantano donde uno se pierde rápidamente. Generalmente, los internautas buscan sesgos de confirmación, es decir, elementos que refuerzan su propia visión preestablecida. Por eso parece necesario diseñar los IRP (Institutos de Investigación Filosófica), según la idea del pensador Christian Camus. Estos PRI serían espacios para un debate ilimitado. Cada partidario de un punto de vista particular podría nominar a sus propios delegados. Al mismo tiempo, una comisión de ética garantizaría que se prohíban los insultos y otras diatribas de odio. Cada ciudadano, al participar en estos foros, se sentiría así miembro de una democracia representativa en sentido estricto. Este tipo de proyectos ya ha encontrado cierto éxito gracias a “Wikidébats”, un sitio inspirado en Wikipedia, una enciclopedia libre y participativa. Al igual que el IRP, “Wikidébats” ofrece una especie de síntesis colectiva y dinámica. Emmanuel-Juste Duits participó en el desarrollo de este sitio.

Como señalamos en la introducción, la sociedad cosmopolita actual puede generar conflictos si no se hace nada para calmar las relaciones entre las comunidades. A menudo un entorno cerrado, centrado en el conocimiento puro y no en los negocios en la educación secundaria, la escuela también está sectorizada, ya que las diferentes orientaciones (científicas, literarias, económicas, etc.) no se comunican lo suficiente entre sí. Sería conveniente, como primer paso, sistematizar encuentros exteriores (asociaciones, museos, etc.). Sería entonces oportuno fomentar el diálogo entre las distintas creencias (visitando una mezquita, luego una sinagoga, luego una iglesia y/o un templo budista, por ejemplo). Por lo tanto, repensaríamos el secularismo. Esto tiene un aspecto austero (el hecho de prohibir los símbolos religiosos), pero también un aspecto alegre (ir al encuentro de los demás y, por tanto, enriquecerse). También introduciríamos la práctica filosófica desde la escuela primaria, sin imponer patrones de pensamiento preestablecidos.

Al llegar a la edad adulta, los ciudadanos deberían redefinir las bases mismas del diálogo, exponiendo primero lo que los empuja a pensar de esta manera (un activista vegano admitiría haberse vuelto vegano después de ver sufrir a los animales en un matadero). Veríamos así que nada es completamente objetivo desde un punto de vista, sino que en realidad gran parte es una cuestión de experiencia personal, más o menos dolorosa. Los conocimientos adquiridos de PNL (Programación Neurolingüística) se aplicarían al propio diálogo. Por último, preveríamos una auténtica formación completa en el «sentido crítico», una formación que se basaría en las ciencias humanas, y más particularmente en el psicoanálisis, la psicología social, la epistemología, el estudio del sentido hipercrítico, el estudio de los medios de comunicación.

Este enfoque “abierto” permitiría, por tanto, superar la ideología y el relativismo duros y sectarios, para una renovación que nos permita vivir en armonía y sentar las bases de una auténtica democracia representativa. La apuesta parece considerable.

Desde la introducción, Emmanuel-Juste Duits admite el aspecto utópico de su libro. De hecho, podríamos criticar al filósofo por ser demasiado ambicioso, así como por cierto irenismo. Los vastos proyectos definidos parecen difíciles de realizar, a pesar de las fichas “prácticas” establecidas por el autor al final del volumen. Además, a veces uno puede sentirse perdido al leer el espíritu crítico de Doper, ya que las propuestas abundan, ya que los campos tratados parecen infinitos. Sin duda, se necesitarían varios volúmenes para definir con precisión las aspiraciones concretas de Emmanuel-Juste Duits. Saludaremos, sin embargo, la audacia del pensador, que intenta restablecer la práctica de un auténtico espíritu crítico, en la continuidad de la Ilustración. Por lo tanto, algunas propuestas aquí presentadas merecen ser estudiadas en profundidad, si no aplicadas, para redefinir el significado del foro y del debate, tan cruciales para la vida de la ciudad.