Le Figaro Burdeos
El inicio del año escolar no traerá frescura otoñal. Esta semana, una intensa ola de calor se está instalando en Francia, con temperaturas elevadas que pueden superar los 35°C en Burdeos. Aunque este episodio dura poco, el municipio permanece alerta en caso de que las condiciones climáticas empeoren y continúa con su programa de reverdecimiento y renovación de la ciudad.
“Es la primera vez desde el inicio del mandato que sufrimos una ola de calor de este tipo al inicio del año escolar”, explica Sylvie Justome, teniente de alcalde de Burdeos responsable de la seguridad sanitaria y la salud. Sin embargo, «el viernes debería producirse una disminución del calor diurno y nocturno, según Météo France», advierte el funcionario electo. Por el momento, la ciudad simplemente ha entrado en “vigilancia amarilla”, es decir, el segundo nivel del plan contra olas de calor implementado por el ayuntamiento. A menos que el calor supere los 21°C por la noche y los 35°C durante el día durante tres días consecutivos, no se activará la alerta de ola de calor.
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A pesar de las previsiones actuales, si las temperaturas siguieran superando este umbral, se tomarían medidas específicas en Burdeos, incluida la ampliación de los horarios de apertura de parques y piscinas. Estas medidas, que implican el despliegue de personal y por tanto costes adicionales, sólo se utilizan cuando la ciudad entra en “vigilancia naranja”. Por ahora, la misión del municipio es principalmente concienciar sobre los riesgos. “En vigilancia amarilla, seguimos en comunicación pública y medidas de precaución”, recuerda Sylvie Justome.
Pero sean como sean, las medidas adoptadas contra las olas de calor y las olas de calor están condenadas al fracaso si no se enmarcan en el largo plazo, adaptando la ciudad de forma sostenible a la emergencia climática. Por ello, desde 2020, el municipio ha puesto en marcha un amplio plan de revegetación, cuyo objetivo es, en particular, plantar árboles «donde sea posible» y también eliminar el agua de todos los patios de las escuelas municipales revegetándolos. “Trabajamos para que cada habitante tenga una isla de frescura urbana a menos de cinco minutos a pie”, explica Sylvie Justome.