Esta es una nueva ecuación demográfica que hay que resolver. En una esclarecedora nota escrita por Bruno Tertrais, experto asociado al Instituto Montaigne y publicada el lunes 28 de agosto, se hace una observación inequívoca: Francia se encuentra en un punto de inflexión demográfica. “Si las tendencias actuales continúan, en los próximos años la contribución migratoria constituirá la mayor parte del crecimiento de la población francesa”, afirma.
Hay varias razones para esta proyección demográfica, que sin embargo no es “una predicción”, como subraya el experto. Si seguimos el escenario central del INSEE, actualizado en 2021, la población francesa debería alcanzar un máximo en 2040 con alrededor de 69 millones de habitantes antes de experimentar una disminución hasta 2070, cuando se estima en 68,1 millones de habitantes.
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En cuestión, la disminución de los nacimientos y el aumento de la mortalidad. “Las generaciones nacidas del baby boom de la posguerra irán desapareciendo progresivamente”, explica Bruno Tertrais. En cuanto a los nacimientos, las mujeres tienen su primer hijo a una edad más avanzada, lo que ayuda a reducir la tasa de natalidad”, continúa. De hecho, el excedente natural, es decir la diferencia entre nacimientos y defunciones, se encontraba en 2022 en su nivel más bajo desde 1945.
Otro dato llamativo, como recuerda la nota, es que Francia cuenta actualmente con más del 10% de inmigrantes, es decir, casi siete millones de personas. En 2022, la inmigración representó “casi las tres cuartas partes del aumento de la población, una proporción sin precedentes”, avanza Bruno Tertrais. En consecuencia, de continuar estas tendencias, se espera que el aporte migratorio sea estructuralmente predominante en el crecimiento demográfico del país. Sin embargo, “si la inmigración se convierte en el componente mayoritario, eso no significa que los inmigrantes superarán en número a los nativos; pero estos inmigrantes y sus descendientes inmediatos representan hoy una quinta parte de la población”, precisa el experto.
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Según Bruno Tertrais, el impacto de la inmigración en la economía «es muy insignificante; contrariamente a la creencia popular, en Francia el impacto es ligeramente negativo». Sin embargo, los estudios comparativos citados en la nota del Institut Montaigne, los de France Strategies y el CEPII (Centro de Prospectiva y de Información Internacional) no tienen en cuenta todos los costes de las políticas públicas relativas a la inmigración. «El Tribunal de Cuentas estimó en 6,57 mil millones de euros en 2019, o el 1,4% del gasto bruto del presupuesto general, el coste de las misiones relacionadas con la inmigración, el asilo y la integración», recuerda Bruno Tertrais. El gasto estatal vinculado a estas políticas ha aumentado aproximadamente un 50% desde 2012, en particular debido al aumento de las solicitudes de asilo.
Sin embargo, el experto del Instituto Montaigne reconoce que “la medición de los costes y beneficios indirectos vinculados a la inmigración es difícil e implica un elemento de arbitrariedad. De hecho, nadie puede afirmar haber hecho la valoración económica definitiva de la inmigración”, concluye.