Le Fígaro Nantes
La tragedia se evitó por poco. El domingo 11 de febrero, a primera hora de la tarde, un hombre está sentado tranquilamente en su sillón, en su casa, rue Félix Ménétrier, en el barrio nanteso de Doulon-Bottière. Es agradable, su cena está caliente. De repente, una bala vuela. Atraviesa una persiana, una puerta de cristal, y luego se aloja en una pared frente a su casa. Ella esquiva por poco la cabeza de la persona que acaba de sobrevivir, quiera o no, a una bala perdida.
La víctima tardó unos segundos en comprender lo sucedido. Su experiencia se limitó a la de una detonación, un ruido de impacto. El hombre de la cena interrumpida finalmente llama a la policía cuando nota los agujeros provocados por la bala. Luego, advierte a sus seres queridos. “Acababa de sentarse en su sofá, tenía mucho calor”, testificó el sobrino del hombre en la red social X (antes Twitter).
Al intervenir por la noche, la policía comprobó que las contraventanas del alojamiento estaban cerradas en el momento del accidente. A petición de Le Figaro, la Dirección Interdepartamental de la Policía Nacional precisa que las huellas de lo que parece una bala de 9 mm deben ser evaluadas, junto con el resto de la casa, antes de ser confirmadas formalmente. “No prohibimos en este momento ninguna hipótesis sobre el origen o el motivo del tiroteo”, se limita a indicar la policía. Hasta el lunes por la mañana aún no se había presentado ninguna denuncia.
“La probabilidad de que alguien sea arrestado es extremadamente baja”, señala una fuente cercana al caso, aunque apoya la pista “muy probable” de una bala perdida. La impotencia de la policía se hizo evidente el domingo por la noche. “Están hastiados y apenas conmocionados”, relata el sobrino de la víctima. El año pasado, la policía de Nantes registró unos cuarenta episodios de disparos. Algunos de ellos matan. La última víctima secuestrada en estos tiroteos cayó en octubre de 2019. Tenía 19 años.