Gilles-William Goldnadel es abogado y ensayista. Cada semana, descifra las noticias para FigaroVox.

Obviamente, no podemos salir de eso. Semana tras semana, me veo obligado a agarrar mi bolígrafo electrónico para calmar mis irritaciones epidérmicas de ver a la extrema izquierda permitirse los peores excesos. La semana pasada describí la violencia que se permitían sus secciones supuestamente ecológicas. Y no se trata de ver al Estado querer frenarlos como en el caso del Levantamiento de la Tierra, salvo para ser acusado de liberticida.

Porque en el estado más reciente del “pensamiento” de extrema izquierda, solo su violencia es legítima, mientras que la de la policía republicana es fundamentalmente ilegítima. También había escrito lo que pensaba de la violencia desatada por los Antifas contra la firma de su último libro por parte de Éric Zemmour en Brest. Pero sobre todo, en ambos casos, mi indignación tuvo su origen en el apoyo mediático de la llamada prensa progresista, que iba desde la comprensión hasta el ocultamiento. Es precisamente esta postura la que autoriza las peores imposturas.

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El de esta semana es alto. Le Figaro, al igual que otros periódicos (notablemente a diferencia de los llamados periódicos vespertinos), lo informó el 22 de junio en un artículo con el título explícito: «¿Vas a tomar el tren a Auschwitz?» : dirigente de la CGT detenido tras declaraciones antisemitas contra Éric Zemmour”. Mes lecteurs savent donc que Frédéric Tronche, de la CGT cheminots et cadre dirigeant de ce syndicat, venu protester contre la venue du polémiste politique à Limoges, comme à Brest, pour une séance de dédicace, entendait lui faire mauvais accueil sur le quai d’ Una estación. Es por tanto en esta mente abierta que, según numerosos testigos que así lo han atestiguado por escrito, el estudiante de la CGT le habría preguntado al polemista, cuyo judaísmo es notorio, si tomaba “el tren a Auschwitz”.

Por lo tanto, los lectores también saben que el nuevo jefe de la CGT, Sophie Binet, lejos de condenar las declaraciones manifiestamente antisemitas antes mencionadas, intentó la estrategia de la victimización resistente, afirmando en Twitter: “Frédéric Tronche, militante de la CGT-trabajadores ferroviarios , líder de Ugict, se encuentra con Éric Zemmour en el tren a Limoges. Interroga al controlador para saber si el tren no va a Vichy. Resultado: está en GAV desde las 14:30 horas acusado… de antisemitismo… Todo está bien”.

Desafortunadamente para la líder sindical, su noble versión antifascista de batalla del ferrocarril es contradicha sin piedad por su protegido, el propio Sr. Tronche, quien en Facebook también se había lanzado a las mismas imprecaciones enfermizas: “Zemmour en mi tren… Compruebo si el tren va bien en Limoges… miedo de que se vaya a Polonia…”. Por lo tanto, está claro que el Sr. Tronche se jactaba de temer encontrarse en el mismo lugar polaco desastroso donde los trenes una vez llevaron a los congéneres de Eric Zemmour en su último viaje.

Añadiría, para ser completo, que el señor Tronche, presentado por la señora Binet como un gran humanista y defensor de la memoria “sobre lo ocurrido en Auschwitz”, también afirma en Facebook que es “antisionista”. Es un ferviente defensor del boicot a las frutas de Israel, en particular a sus dátiles. Si me ahorro distinciones tan sutiles como trilladas, será difícil que lo tome por un ardiente filosemita, digno heredero de la resistencia. En cuanto a la CGT, recuerdo que ésta, poco después de los atentados, se había visto obligada a retirar apresuradamente algunas acreditaciones de algunos de sus militantes con el distintivo de Roissy, conocidos por sus simpatías islamistas.

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El caso debe ser oído. Lo fue, afortunadamente, para muchos. Así, los líderes de la llamada comunidad judía organizada, incluido un CRIF habitualmente hostil a su insultado correligionario, no escatimaron sus condenas al estudiante de la CGT y al dirigente de la CGT. Debo precisar en este momento que Éric Zemmour ha pedido a la asociación Avocats Sans Frontières, que presido, y que tiene la posibilidad legal de emprender acciones legales en la lucha contra el racismo y el antisemitismo, que presente una denuncia en ese caso. Sin embargo, y contrariamente a la situación que habría prevalecido si el insulto hubiera venido de una boca más derechista, algunos lo han mantenido cosido.

Empezando por los funcionarios del gobierno. La radiodifusión de servicio público, con un antirracismo teóricamente minucioso, también ha observado la ley del silencio. Ya las he bautizado “autoridades ocultas”. Nos gustaría comparar con el tumulto cacofónico observado durante las intervenciones del diputado RN Grégoire de Fournas y que ha dado lugar a interpretaciones exegéticas mucho más discutibles. Como para ayudar a mi demostración, Le Monde consideró el sábado en un artículo dedicado a Valeurs Actuelles, que la crítica política del semanario a George Soros solo podía ser antisemita. Obviamente, el privilegio antijudío impune sigue siendo rojo brillante.