Chloé Morin fue asesora de opinión del Primer Ministro de 2012 a 2017. Actualmente trabaja como experta asociada en la Fundación Jean Jaurès. Publicó Tenemos las políticas que merecemos (Fayard, febrero de 2022).

«¿Quiénes son las personalidades favoritas de los franceses? Kylian Mbappé, Yannick Noah…”. Carole Delga, presidenta de la Región de Occitania entrevistada este miércoles por la mañana en France Info, se lanza a una manifestación sobre la contribución positiva de la inmigración en Francia. Pero el entrevistador la interrumpe: «¡Pero si son franceses!» Responda claramente fuera de tema, ya que la manifestación de Carole Delga no pretendía cuestionar la pertenencia de las dos personalidades a la comunidad francesa, sino explicar que una podría ser en parte de inmigración, y ser amada y celebrada por nuestros conciudadanos. Aparentemente desconcertada, Carole Delga intenta continuar, como sorprendida de que la puedan demandar por racismo en medio de una diatriba que dice exactamente lo contrario: “Sí, son franceses, pero son de otros países, sus padres…”. Aún fingiendo no entender las palabras del entrevistado, el entrevistador continúa: “La madre de MBappé nació en Francia”. Como si su padre no hubiera nacido en… Camerún.

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Lamentablemente se conoce el desenlace de este intercambio, pues recuerda otras mil polémicas que han agitado las redes en los últimos años. Por un lado, la periodista se enorgullece de haber desatado una polémica y por lo tanto “recuperaciones”, ese santo grial periodístico que lamentablemente se ha convertido en la única medida de la calidad de los entrevistadores políticos (y nada mejor que “pagar” una funcionario electo cuando se quiere suscitar controversia). Por otro lado, las redes reproducirán hasta el infinito las reacciones de indignación, los mandatos morales y los insultos desinhibidos de quienes encontrarán en este malentendido «provocado» deliberadamente por el periodista la validación de sus ideas preconcebidas, a saber, que parte de la izquierda es manifiestamente racista. . (¡Dios mío, ella apoyó a Valls durante las primarias de 2017! Eso explica eso, etc.). Y no te atrevas a ponerte del lado de Delga y decir que no es nada racista si tú mismo no estás racializado: no conoces el tema, por lo que se considera ilegítimo hablar de ello. Esta polémica sería irrisoria si no dijera dos cosas graves que socavan nuestro debate público y, por tanto, nuestra capacidad para discutir con serenidad los problemas que enfrenta nuestra sociedad y llegar a compromisos para resolverlos.

Primer problema: los actores del debate público no están en absoluto alentados a medir, matizar y menos a la benevolencia. Su rendimiento depende de su capacidad para salir zumbando de cualquier madera. Y el «coraje» que se le da a los periodistas está indexado a su capacidad para poner en problemas a los políticos, aun cuando hacerlo signifique hacerlos decir lo que no han dicho. En este maravilloso universo, la bonificación va para los comunicadores de mente estrecha y desinhibidos, aquellos que creen tener tanta razón en todo que arrasan con mentiras, sin que sus oponentes los pongan nunca en aprietos. Los otros, los que dudan, los que no encajan en el molde único de los comunicadores hipermediáticos, se dejan desequilibrar, caricaturizar y humillar por un sistema que se hace fuerte con los débiles y débil con los demás. El fuerte. Si sólo la capacidad de dudar y pensar en contra de uno mismo, y por lo tanto de cambiar de opinión o disculparse, se consideraran virtudes en política, no hay duda de que el debate público no sería el pantano que es, ¡ay!, hoy…

Segundo problema: la lógica de la identidad está en proceso de conquistar a un número cada vez mayor de nuestros conciudadanos, que abandonan las orillas del universalismo de la Ilustración en la paradójica creencia de que así se concretará más rápidamente nuestro lema republicano. .. En nombre de la igualdad y de la lucha contra el racismo y todas las formas de discriminación, muchas personas que son víctimas de tal discriminación niegan a quienes no son el objetivo el derecho a hablar sobre el racismo y la discriminación. «¿No eres ‘racializado’? ¡No tienes derecho a hablar en contra del racismo!». Y probablemente por estupidez y falta de cultura, los apóstoles de esta nueva forma de lucha política identitaria ni siquiera ven que al reclamar legitimidad en nombre de su identidad, se están poniendo bajo arresto domiciliario. «¡Soy legítimo porque soy una víctima y tú no lo eres, pero te prohíbo que me encierres en este estado de víctima!» Imagínate…

En concreto, ¿hacia dónde nos lleva esta pendiente por la que se encaminan tantos franceses, de izquierda, de derecha, de centro, pobres y ricos, religiosos o no? A la desintegración del debate público en burbujas cada vez más pequeñas y cada vez más aisladas unas de otras. Y por tanto a la imposibilidad total de tomar decisiones colectivas derivadas de un compromiso relativamente amplio. El maestro niega a cualquiera el derecho a hablar de la educación nacional, porque él sería el único experto legítimo para hablar del tema. La mujer víctima de violencia no se siente representada por los hombres. La feminista se niega a considerar sincero el compromiso de un hombre con los derechos de la mujer. Los pobres no creen que un representante electo “rico” pueda defender sus intereses. El musulmán piensa que uno no puede entender, y por lo tanto defender sus derechos, si uno mismo no es musulmán. Lo mismo para el transexual, para el homosexual, para el inmigrante de origen camerunés, etc. La noción misma de representación, esencial para el buen funcionamiento de nuestra democracia, es así completamente cuestionada por sectores enteros de nuestra sociedad, sin que esto conmueva a muchas personas. Si nous continuons à nous émouvoir de vaines polémiques, sans accorder la moindre attention aux maux qu’elles révèlent, il ne faudra pas s’étonner qu’un jour, il ne soit plus possible de parler du moindre sujet un tant soit peu complexe dans Ese pais. Desafortunadamente, no estamos tan lejos…