«Primero fueron los parques de diversiones, luego fue in crescendo», dice Christelle, de 45 años. Cuando su exmarido llevó a su hija Emma, de 7 años, al Parc Astérix, la madre sacó entradas para Disneyland, luego estaba el Mer des sables, y demás. “Estábamos en la escalada y siguió con las vacaciones. Siempre tuvimos que hacerlo mejor que el otro”, dice ella. Si bien siempre ha odiado la playa, el padre ha reservado unas vacaciones junto al mar para este verano: «porque lo hice el año pasado», dice Christelle.
Pierre, de 44 años, estaba «disgustado» cuando su ex esposa le dijo que había reservado un viaje de tres semanas a Zanzíbar este verano. “Siempre es lo mismo, le digo lo que tengo planeado con los niños y ella aparece a las dos semanas con un plan mejor”, dice. Por falta de medios económicos, Pierre alquiló una casa en el sur y se comprometió a ofrecer hermosos viajes a sus dos hijos tan pronto como pudiera permitírselo. En estas parejas para las que la separación aparentemente no es conflictiva, la licencia de los hijos se convierte en un campo de competición donde cada uno intenta demostrarse al otro, a los hijos, pero también a uno mismo que es mejor padre. «Tal competencia o el deseo de hacer que el otro se sienta culpable puede mostrar que aún no se ha digerido todo en el divorcio», analiza la psicoterapeuta Marie-Line Urbain.
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“Es una forma de mostrarle al otro que puedes seguir con tu vida sin él. No solo llegamos allí, sino que también tenemos una vida mejor. Si uno se ha quedado uno le dice al otro y a uno mismo que no es víctima”, agrega la especialista. Pierre se dice entonces a sí mismo que con estas vacaciones sobrevaloradas que su ex mujer ofrece a sus dos hijos “quiere demostrar que está a la altura, que puede hacerlo sola”. En casa de Christelle, estas dos semanas en Italia, el centro de vacaciones con muchas actividades, y los diferentes festivales de cada verano son una forma de demostrar a sus ex suegros que es «una buena madre». “A menudo juzgaban mi condición de trabajador independiente. Pensaban que nunca trabajaba lo suficiente. Ofreciendo unas vacaciones, les demuestro que me las arreglo y también me demuestro a mí misma que todo está bien”, confiesa.
Detrás de esta competencia aparentemente inocua, también existe la competencia por tener el amor de los niños, este deseo de ser el padre preferido. “Los niños pueden desafiarnos. Cuando regresan de vacaciones con el otro padre y nos cuentan con entusiasmo todo el viaje, queremos hacerlo mejor. No queremos que se aburran, queremos que prefieran las vacaciones con nosotros”, subraya Valérie Grumelin, psicoanalista especialista en terapia de pareja. Para François y Anna, de 50 años, esta competencia puede tomar la apariencia de una guerra fría donde estallan los reproches cada vez que regresan de un permiso. François, un artista visual, no puede permitirse el lujo de irse de vacaciones, pero lleva a su hijo con él a cada una de sus exposiciones en Berlín o Londres. Su exmujer tiene más cuidado en reservar casas con piscina donde invita a primos y familiares. “Me dijo que no era un buen padre porque nunca me llevaba a Jeremy de vacaciones. Le respondí que le ofrecí mejores experiencias a nuestro hijo que ella con su museo de la zapatilla de tal sangrado”, sonríe.
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Según él, este discurso también fue una forma de legitimar su condición de artista, de llamarse buen padre a pesar de las dificultades económicas. En esta carrera por ser el mejor padre, la cuestión del dinero es omnipresente. En caso de una gran diferencia de nivel económico entre los ex cónyuges, este deseo de hacerlo mejor que el otro se convierte entonces en una verdadera carga mental. Soline, de 35 años, no tiene ni los recursos de su exmarido ni esta bonita casa familiar en Portugal a la que lleva cada verano a sus tres hijos. Así que, nada más volver de vacaciones con papá, la niñera se esfuerza por reservar todas las actividades posibles en su zona, “pista de hielo, restaurante, piscina, hago toda una agenda para que ellos también se diviertan conmigo”, ella confiesa Marie-Line Urbain recuerda a una paciente que, a pesar de sus bajos ingresos, aumentó sus estancias en hoteles de lujo para demostrar que también podía ofrecer viajes excepcionales a sus hijos. “Un verano, por falta de medios, tuvo que ir a casa de una amiga. Los niños le dijeron que habían tenido las mejores vacaciones de su vida porque allí estaban los amigos y también porque la madre se presionaba menos”, agrega la terapeuta.
Para aprovechar al máximo todos estos momentos con sus hijos, entonces debe dejarse en paz y dejar de compararse con el otro padre. “No debes hacerlo mejor que el otro, sino lo mejor para tu hijo. Lo que cuenta para él es la calidad de la relación, la comprensión, la escucha. El niño no preferirá a un progenitor en función de los destinos a los que éste lo lleve, solo requiere tiempo y atención”, subraya Valérie Grumelin. Según la especialista, la mejor manera de escapar de esta competencia es no preguntar nunca a los hijos qué hicieron con el otro progenitor, “no es saludable querer saberlo todo. Desde el momento en que nos separamos, la vida del hijo con el otro progenitor se convierte en su vida íntima, no nos pertenece”, explica.
En ocasiones la competencia también es interpretada como tal por un padre que ve a su ex pareja cambiar de actitud y de forma de transitar tras el divorcio. Marie, de 42 años, está convencida de que su exmarido se siente culpable o quiere hacerlo mejor que ella porque ha empezado a organizar viajes completamente nuevos, «playas, privados, paseos en barco, hoteles increíbles, está lleno de cosas con nuestros hijos cuando él no». No me importaban las vacaciones cuando estábamos juntos». A menudo, después de una separación, algunos padres que nunca reservaron un fin de semana cuando estaban en pareja, comienzan a viajar por el mundo con sus hijos después del divorcio. Donde algunos lo ven como competencia, a veces solo existe este deseo de ofrecer lo mejor a estos pequeños que vemos la mitad de veces. “Quizás nos sentimos culpables por no haber podido darles la familia con la que soñaba, así que la arreglamos o simplemente queremos crear hermosos recuerdos con ellos”, dice Valérie Grumelin.