En los países europeos donde existe el depósito, como Dinamarca, no es raro encontrarse con personas sin hogar o en situación precaria que buscan botellas o latas de plástico. Rechazado en Francia por las autoridades locales durante la votación de la ley antiresiduos para una economía circular en 2020, el depósito de botellas de plástico ha sido objeto de consulta desde finales de enero. Recientemente, este martes, los alcaldes denunciaron una “medida antiecológica, bajo cubierta de barniz verde”, durante una rueda de prensa en las instalaciones de la Asociación de Alcaldes de Francia.
Este sistema de depósito consiste en pagar un importe adicional al adquirir un producto con envase reciclable, que luego el consumidor puede recuperar devolviendo el envase vacío. Los franceses también son malos estudiantes con tasas de recaudación por debajo del 60%, lejos de los objetivos europeos fijados en el 77% en 2025.
En Dinamarca, el depósito apareció por primera vez en la década de 1970, antes de que se implementara un sistema completo en 2002. Hoy en día, las máquinas de recolección están instaladas en tiendas de comestibles y supermercados. Solo en 2018 se reciclaron 1.400 millones de envases, según cifras de la ACR. Para ganar un poco de dinero, las personas sin hogar luego recogen los contenedores, en la calle, en las aceras o en los botes de basura. «Siempre ha sido así», dice Sofie Bay, de la asociación danesa Sand, que ayuda a las personas sin hogar. “Si no tienes dinero, coleccionarás botellas. Los precios pueden variar entre 10 y alrededor de 30 céntimos por envase dependiendo de su tamaño, que puede ser «una suma determinada».
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Para los locales, es común dejar voluntariamente sus empaques en la calle o en los parques. «Está en nuestra cultura pasar nuestras botellas a las personas necesitadas», explica Sofie Bay, «es una forma de hacer una donación». Incluso se han habilitado papeleras especiales en las calles con un lateral dedicado al depósito de contenedores. El objetivo es facilitar el acceso a ellos y evitar que las personas sin hogar tengan que buscar entre la basura. “Aquí no es vergonzoso recoger las botellas”, dice, “se ve como una forma digna de ganar dinero y todos lo hacen, incluso los niños”.
Sin embargo, con la aparición de verdaderos «coleccionistas de botellas profesionales», cada vez más daneses comienzan a negarse a regalar sus envases en la calle. “Son agresivos y más rápidos que los vagabundos de la colección”, explica Sofie Bay, “la gente también tiene la sensación de tener que acabarse la bebida rápido” porque pueden ser insistentes. Estos profesionales de la cobranza son a menudo personas en situación precaria, que obtienen su único ingreso de la cobranza. «Pueden ganar cien euros en muy poco tiempo», explica.
Pero Dinamarca no es una excepción. Noruega o incluso Alemania también han visto aparecer a los coleccionistas de botellas. Los alemanes tienen incluso una palabra para definirlos: Flaschensammler. Con el regreso del debate sobre los depósitos en Francia, surge por tanto la cuestión de la llegada de los coleccionistas de botellas a nuestras calles. ¿Una mano amiga para las personas sin hogar?