No se le escapó. Para su primer discurso oficial desde la promulgación de la reforma de las pensiones el lunes, Emmanuel Macron tuvo que enfrentarse a los hechos. Tras unas justificaciones consensuadas sobre la necesidad de retrasar la edad legal de jubilación a los 64 años y una lúcida observación sobre el hecho de que “no se ha encontrado un consenso”, el presidente se preguntó: “¿Es una reforma por mucho aceptada? Obviamente no.»

Los conciertos de cacerolas organizados en toda Francia frente a los ayuntamientos durante su intervención así lo atestiguan. De ese enfado que se expresa casi todas las semanas en la calle desde hace tres meses, Emmanuel Macron ofrece su propia lectura: «Enfado ante un trabajo que, para muchos franceses, ya no les permite vivir bien, ante de precios que suben, repostaje, compras, comedor. (…) En fin, enojo porque algunos tienen el sentimiento de hacer su parte, pero sin ser recompensados ​​por su esfuerzo, ni en ayudas ni en servicios públicos efectivos”.

¿ahora qué hacer? Primero, evacuar dos vías. “La respuesta no puede estar ni en el inmovilismo ni en el extremismo”, aseguró el Jefe de Estado, antes de proponer su solución: “Abrir o retomar tres grandes proyectos”. En el trabajo primero. Fue allí donde se acercó a los sindicatos para abrir una serie de negociaciones sobre salarios, carreras, condiciones de trabajo, desgaste profesional, empleo de adultos mayores y reciclaje profesional. Con ellos quiere construir un “pacto de vida en el trabajo”.

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Segundo proyecto: la justicia, así como el orden republicano y democrático. El presidente de la República promete continuar con el reclutamiento de magistrados, crear nuevas brigadas de gendarmería en el campo, fortalecer también el control de la inmigración ilegal “mientras se integra mejor a quienes ingresan a nuestro país”. Ofrece “fuertes anuncios a partir del mes de mayo” contra la morosidad “y todo fraude social o fiscal”. También anuncia “principales vías para que el funcionamiento de nuestras instituciones gane en eficiencia y participación ciudadana”.

Última prioridad finalmente, «avanzar para vivir mejor». El Jefe de Estado está albergando allí la educación, pero también la sanidad con la promesa de “desatascar” todos los servicios de emergencia para finales de 2024. O incluso la mejora de las condiciones de vida de las personas que viven en los barrios desfavorecidos, en zonas conflictivas de ultramar o en el campo. “Allí nuevamente, encontraremos soluciones concretas para mejorar la vida diaria”, promete Emmanuel Macron.

Para lograr llevar a cabo estos proyectos, a falta de mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, recurre a «todas las fuerzas de acción». Entiéndase: cargos electos, fuerzas políticas, sindicatos. Pretende trabajar «desde el mes de mayo» en «coaliciones y nuevas alianzas», relanzando su Consejo Nacional de Refundación.

La difícil misión de «ampliar la mayoría», confiada el 22 de marzo a TF1 y France 2 a Élisabeth Borne, se amplía. El Primer Ministro obtiene una suspensión de tres meses: “cien días”. Hasta el 14 de julio, fecha de una “primera valoración”, según el plazo fijado este lunes por Emmanuel Macron. El jefe de Gobierno es el encargado de detallar esta hoja de ruta la próxima semana. Ella no estará sola en tratar de liderar este «impulso nacional», advirtió el Presidente de la República: «Me involucraré».

A partir del jueves, en Hérault, el Jefe de Estado tiene previsto lanzar una serie de viajes. Todavía tiene que poder volver al campo sin ser interrumpido. En los últimos días, varios miembros del Ejecutivo han pagado el precio del “cabreo” de los franceses. El ministro de Sanidad, François Braun, salió este lunes de una visita al hospital de Langon (Gironda) bajo los abucheos de los manifestantes de La France Insoumise y de la CGT.

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El mismo trato para su colega Roland Lescure (Industria), fuertemente cuestionado al mismo tiempo por los sindicalistas, durante un viaje a la fábrica de vidrio Duralex, en Loiret. Los ministros como ejecutivos de la mayoría se hacen pocas ilusiones sobre la hipótesis de una “vuelta a la normalidad”. “El presidente tiene el viento en contra: todo lo que toca se convierte en polémica”, preocupa un ejecutivo de la coalición presidencial.

Obstáculo en el camino del “apaciguamiento” imaginado por el ejecutivo, sindicatos y partidos de izquierda no pretenden debilitar su movilización hasta el Día del Trabajo, 1 de mayo. El martes, en el Elíseo, sólo las organizaciones empresariales tenían previsto honrar la invitación lanzada por el jefe de Estado – la intersindical la rechazó. El jefe de la CFDT, Laurent Berger, lamentó el lunes por la noche el “vacío” del discurso presidencial. En cuanto a sus oponentes políticos, están en el

Validación de la parte principal de su ley por el Consejo Constitucional, promulgación expresa y luego discurso. Cumplidos estos tres pasos, el presidente aún espera pasar página en materia de pensiones. “Hace cuatro años, casi al día (…), acababa de incendiarse Notre-Dame de París, recordó en voz alta. Te dije al día siguiente que reconstruiríamos en cinco. ¿Qué no había oído entonces? Todos los comentaristas nos decían: “¡imposible! ¿Por qué este encabezado? Insostenible». Bueno, lo haremos. (…) Igual debe ser para las grandes obras de construcción del país”. Con una diferencia: esta vez, solo se permite cien días.