La ONU denunció este martes la «creciente represión» de las voces críticas en Burundi tras la reciente detención de cinco defensores de los derechos humanos. «El 15 de marzo, el Tribunal de Apelación confirmó la decisión del Tribunal Superior de mantenerlos detenidos en espera de juicio», dijo una portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Marta Hurtado, durante una conferencia de prensa periódica en Ginebra (Suiza). .
Los activistas habían sido detenidos por los servicios de inteligencia el 14 de febrero, cuando cuatro de ellos se disponían a abordar un avión rumbo a Uganda desde la capital económica Bujumbura. El quinto, Prosper Runyange, miembro de la Asociación por la Paz y la Promoción de los Derechos Humanos (APDH), fue detenido en Ngozi (norte).
Entre los cuatro activistas detenidos en el aeropuerto se encuentra Sonia Ndikumasabo, presidenta de la Asociación de Mujeres Abogadas de Burundi y exvicepresidenta de la Comisión Nacional Independiente de Derechos Humanos. Los activistas han sido imputados «por rebelión, atentado contra la seguridad del Estado y el buen funcionamiento de las finanzas públicas», según la ONU, según la cual estos cargos parecen basarse únicamente en su relación con la ONG internacional Avocats sin límites.
«Trabajar con una organización no gubernamental, incluso si no está registrada en Burundi, no está ni debería estar prohibido por la ley de Burundi», dijo la Sra. Hurtado. «Esta represión de la sociedad civil llega en un momento en el que también asistimos a un ataque a la libertad de prensa en Burundi», prosiguió, citando el caso de la periodista burundesa Floriane Irangabiye, detenida el pasado agosto tras haber viajado a Ruanda y condenada el 2 de enero a 10 años de prisión “por presuntamente atentar contra la integridad del territorio nacional”.
Desde su acceso al poder en 2020, el presidente de Burundi, Évariste Ndayishimiye, ha oscilado entre señales de apertura del régimen, que sigue bajo la influencia de poderosos «generales», y un firme control del poder marcado por violaciones de los derechos humanos denunciados. por las ONG. Sucedió a Pierre Nkurunziza, fallecido en 2020, que había gobernado el país con mano de hierro desde 2005.
“La represión de la sociedad civil, a menudo basada en legislación incompatible con las obligaciones del Estado en materia de derechos humanos, ha sido una tendencia constante en Burundi desde la crisis electoral de 2015, que obligó a muchos defensores de derechos humanos y periodistas a exiliarse”, concluyó la Sra. Hurtado.