Un día lento que parece feriado, pero no un país completamente paralizado: Argentina vivió este jueves su segundo paro general en apenas cinco meses del gobierno de Javier Milei, una señal de que la calle alza la voz contra el presidente ultraliberal. sigue firme en su programa de austeridad, con resultados iniciales ambivalentes. Sin trenes ni metro, pocos autobuses, escuelas públicas y bancos cerrados… Buenos Aires sonaba a hueco, sin buena parte de los 3 millones de personas que por allí pasan cada día. Pero varias tiendas y restaurantes permanecieron abiertos, en un contexto de tráfico similar al de un domingo, observado en varios sectores de la capital.
Aparte de las estaciones desiertas, la imagen más llamativa, unos 400 vuelos fueron cancelados, lo que afectó a 70.000 pasajeros, según la Asociación Latinoamericana de Transporte Aéreo. “El paro no tiene fuerza”, proclamó la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien denunció casos de apedreamiento de autobuses mientras circulaban. Su par de Transporte afirmó que el transporte público estaba operando al 40%. El gobierno también citó un estudio de la universidad privada UADE, según el cual la huelga de 24 horas costó a la economía 500 millones de dólares.
«La huelga les hizo daño», su «éxito demuestra que el gobierno debe tomar nota», respondió la CGT, un poderoso sindicato peronista que coorganiza la huelga «contra una política de ajuste que nos lleva a los extremos». «Las cosas están muy mal, la protesta es comprensible, la gente sólo puede comprar lo esencial», se queja Alejandro Felippe, un dueño de un café de 59 años que abrió el jueves, pero que lamentó los pocos clientes.
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Muy apoyada en el sector público, de manera más diferente en el sector privado, la huelga de 24 horas pareció mucho más seguida que la del 24 de enero, un semifracaso luego burlado por el gobierno como «la huelga más rápida de la historia», anunciada en diciembre. A 18 días de la toma de posesión de Javier Milei. Esta vez, la Presidencia denunció una huelga «estrictamente política» de los sindicatos que van «en contra de lo que la gente votó hace cinco meses». «Este gobierno ha tenido más huelgas que reformas, es bastante extravagante», bromeó el portavoz presidencial.
De hecho, el último mes ha sido testigo de jornadas de acción o manifestaciones casi diarias en Buenos Aires, aunque de escala desigual: “el aumento de la conflictividad social”, según la CGT. Sin embargo, el impacto de la huelga del jueves parece incierto. Menos en cualquier caso que las grandes marchas en defensa de la universidad pública del 24 de abril (un millón de manifestantes en el país), la movilización hostil más fuerte contra Milei hasta la fecha, y “una lección para él: la primera vez que golpeó un muro en la opinión pública, porque lo que estaba en juego era un bien colectivo y transversal”, estima el politólogo Gabriel Vommaro.
Pero “esto no debe sobreinterpretarse”, añade el analista. Al ser elegido como un “hombre providencial que llegó para resolver problemas que las elites anteriores habían dejado por ahí”, Javier Milei “conserva en la opinión pública núcleos de apoyo ilesos, o al menos bastante sólidos”.
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De hecho, a pesar de un ligero giro en abril, varias encuestas recientes muestran a Javier Milei oscilando entre un 45 y un 50% de imagen positiva de que fue elegido con un 56%. Estabilidad espectacular para un líder que infligió en pocos meses, entre devaluación, precios «liberados», gasto «recortado» y ayudas públicas, «el mayor ajuste de la historia de la humanidad», como le gusta al presidente «anarcocapitalista». para recordarnos. Según se invoque el equilibrio de cuentas, la reducción del riesgo país, el impacto microsocial o la pérdida de empleos, oposición y Gobierno se lanzan pistas.
Una inflación que se desacelera, del 25% sólo en diciembre al 9% previsto para abril, o una recesión brutal con una caída de la actividad del -3,2% en un año. «Hazaña histórica» (dixit Milei) de un superávit presupuestario en el primer trimestre -sin precedentes desde 2008- o un oscuro récord de pobreza (41,7% oficialmente), nunca visto desde 2006. «Sacrificio inútil», denuncia la expresidenta Cristina Kirchner . “Nuestro plan está funcionando”, brama Javier Milei. Pero los economistas, incluidos los liberales, están preocupados por “lo que sigue”.
“Milei tiene (…) sólo una variable en mente: la inflación”, dijo Carlos Rodríguez, alguna vez cercano al presidente. “El plan de ajuste es simplemente no pagar nada, con estos primeros meses una reducción de costes en todos los sectores. Pero no veo ningún plan”.