Los debates en torno al proyecto de ley C-18 destinado a regular las plataformas digitales han puesto de relieve los estrechos vínculos que unen nuestras instituciones democráticas a la libre circulación de hechos e ideas, de los cuales los medios de comunicación constituyen el vínculo esencial. En las últimas semanas se cruzó una línea roja cuando Meta decidió dejar de distribuir medios canadienses en sus plataformas. Ante tal intento de intimidar a un gobierno elegido democráticamente y ante el amordazamiento de nuestros medios por parte de intereses privados, la filantropía canadiense ya no puede permanecer en silencio.
Desde hace más de una década, ante el colapso de sus ingresos monopolizados por plataformas extranjeras como Meta o Google, las redacciones de los medios informativos se han ido reduciendo y desapareciendo una tras otra, creando desiertos informativos en los que proliferan la desinformación y las teorías conspirativas.
Esta información errónea es amplificada por estas mismas plataformas para maximizar la participación de sus usuarios y, por tanto, su rentabilidad.
Durante la última década, muchos actores filantrópicos han decidido abordar cuestiones sistémicas como las desigualdades socioeconómicas, la crisis climática, el racismo o incluso la reconciliación con los pueblos indígenas, por nombrar sólo algunas. Este cambio de dirección se basa en el paso de la filantropía tradicional, que busca aliviar los problemas sociales y ambientales, hacia una filantropía transformadora que busca abordar las causas sistémicas de los problemas sociales o ambientales.
Estos problemas sistémicos exigen soluciones colectivas, que se basen en el análisis científico, la sensibilización y la creación de consenso entre el público, así como en acciones de promoción, en particular para dar voz a quienes no la tienen. en última instancia, para obtener intervenciones legislativas, fiscales o regulatorias destinadas a lograr las transformaciones sociales, económicas o ambientales necesarias.
Para lograr sus objetivos, la filantropía debe intervenir en cada uno de los eslabones de esta cadena de cambio, y por eso debe poder contar con instituciones democráticas fuertes, apoyadas en la libre circulación de ideas y en espacios de deliberación impulsados por la ciencia y la ciencia. información confiable. Cualquier cosa que obstaculice la libre circulación de los hechos o que socave la confianza pública en la ciencia o las instituciones erosiona simultáneamente la capacidad de acción de los actores filantrópicos y el entorno comunitario y asociativo que apoyan.
Por eso es imperativo y urgente que los actores filantrópicos intervengan en apoyo de los medios de información, incluidos los medios locales y alternativos que contribuyen a la riqueza y la diversidad democrática al dar voz a las poblaciones y a los puntos de vista a menudo ignorados.
El libre flujo de información y unos medios de comunicación vigorosos y bien financiados son el núcleo de esta infraestructura.
Imaginemos la otra posibilidad que ya vemos surgir y que podría volverse irreversible dentro de unos años si no actuamos con fuerza: información controlada por algunos algoritmos privados que difunden desinformación, combinada con una pérdida generalizada de confianza hacia la ciencia y la democracia, y a un aumento del autoritarismo. ¿Es este un escenario favorable para la solución de la crisis climática, la redistribución justa de la riqueza y la eliminación del racismo y la discriminación? Hacer la pregunta es responderla. Nuestra capacidad de actuar por el bien común está en juego. Ha llegado el momento de que la filantropía actúe. Esto comienza con un apoyo sustancial, tanto financiero como moral, a los medios canadienses en su batalla por seguir ofreciendo información gratuita e independiente.