Le Figaro Niza
En una de las curvas más bellas de la Costa Azul, en el muelle de Raubau Capeu, se ha colocado una enorme escultura de un gorila junto al famoso «I love Nice», un templo de selfies tanto en verano como en invierno. Está firmado por Richard Orlinski. El artista francés expone en Niza desde el 8 de junio (y hasta el 30 de septiembre) diez obras icónicas de animales a tamaño real. Un bestiario instalado día y noche en los rincones más turísticos de la quinta ciudad más grande de Francia. La promesa del artista contemporáneo de moda es crear un museo al aire libre donde quiera que vaya.
Si sus creaciones atraen la curiosidad natural de los transeúntes, ha provocado la ira de un individuo. En la noche del viernes al sábado, armado con pintura al óleo roja, un hombre de unos treinta años atacó dos estatuas. El “king-kong” primero, la obra más famosa y visible de esta exposición. Y el oso polar, situado frente al puerto de Niza. En el oso polar estaba escrito el mensaje “6ª extinción” y el gorila tenía derecho a una pegatina de “Intermeda”, precisa una fuente policial. El individuo pretendía continuar con su gesto sobre los otros animales expuestos.
Leer tambiénThibaut Gress: “Un Van Gogh vandalizado: no una “deriva”, sino la puesta en práctica de una doctrina”
Lo que provocó el enfado del alcalde de la ciudad, Christian Estrosi. En su cuenta de Twitter, denunció a «extremistas, llamados ecologistas» y nuevamente a «matones». Gracias a múltiples cámaras de CCTV ubicadas en la capital de la Riviera francesa, las unidades de policía municipal y nacional pudieron rastrear el itinerario de un individuo. Este último fue aprehendido junto a su pareja, indica una fuente policial, y luego detenido. En él se encontraron pinceles y pintura roja. El sospechoso admitió sus acciones y fue detenido, a diferencia de su cónyuge. “Pido fuertes sanciones contra este comportamiento inaceptable”, comentó además el primer magistrado de Niza.
Por su parte, Richard Orlinski, que se encontraba en Italia en el momento de los hechos, recibió multitud de mensajes para advertirle de estas degradaciones. La sorpresa fue grande: «Es un poco triste», le explica a Figaro. No entendí y sigo sin entender el significado de tal acción, siendo yo mismo un ferviente defensor de la causa animal. ¡No creo que esa persona entendiera el significado de mi trabajo!» Es la primera vez, y mientras ha expuesto en multitud de lugares y en particular en zonas más sensibles como barrios de Nanterre, en la región parisina, que encuentra sus obras destrozadas.
Para el artista, es un “epifenómeno”. No lo suficiente para desanimarlo ante una nueva forma de activismo que denuncia. “Es bastante reciente rociar obras con pintura, pero no voy a cambiar mi tono. Seguiré, pase lo que pase, ofreciendo arte accesible”, continúa. Al final de la mañana del sábado, las estatuas fueron limpiadas de estos garabatos militantes.