Una tirolesa que se está instalando en el famoso Pan de Azúcar de Río de Janeiro promete una descarga de adrenalina con vistas impresionantes, pero los conservacionistas temen que «desfigurará» uno de los paisajes más icónicos del mundo. Este controvertido proyecto, cuya inauguración está prevista para el segundo semestre de 2023, tiene como objetivo diversificar la oferta turística en este sitio emblemático de Brasil que ya recibe 1,6 millones de visitantes al año. Il prévoit l’installation de quatre câbles d’acier pour relier le Pain de sucre, qui culmine à 396 m, à son voisin, le «Morro da Urca», la colline d’Urca, à 220 m au-dessus du niveau de el mar.

Para los candidatos a la aventura, es una travesía de 755 metros, a una velocidad de hasta 100 km/h. «Una experiencia única y respetuosa con el medio ambiente», dice la empresa que administra el sitio, Parque Bondinho. No alcanzó a convencer a las decenas de manifestantes congregados el domingo 26 de marzo al pie del Pan de Azúcar para protestar contra este proyecto que consideran perjudicial para el medio ambiente y la imagen de la “Ciudad Maravillosa”. “Solo dañará a nuestra ciudad”, dijo a la AFP la psicóloga Gricel Osorio Hor-Meyll, miembro de la ONG Grupo Acción Ecológica y del movimiento Pan de Azúcar sin tirolesas.

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Según ella, la tirolina «desfigurará» este paisaje catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. El sitio del Pan de Azúcar está allí, al igual que el Cristo Redentor de Corcovado, también encaramado en una colina verde con una vista impresionante de la bahía de Río. Los críticos del proyecto señalan los riesgos para la fauna y flora del sitio, ya afectado según ellos por los numerosos sobrevuelos de helicópteros turísticos y por los eventos nocturnos organizados en el cerro de Urca. Otro motivo de preocupación son las perforaciones en la roca para asegurar los cables. «No es solo roca, hay vida» en el Pan de Azúcar, dice Gricel Osorio Hor-Meyll, recordando que el sitio también está protegido por el Instituto Brasileño de las Artes y el Patrimonio (Iphan).

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La empresa Parque Bondinho, que desde hace más de un siglo gestiona los teleféricos que permiten subir a la cima del monolito, asegura haber «obtenido todas las licencias necesarias» de las autoridades. Según ella, el impacto visual se reducirá, los cables de las tirolinas serán menos gruesos que los del teleférico que ya conecta el Pan de Azúcar con el cerro de Urca, y vibrarán menos.

Parque Bondinho dice que consultó a las asociaciones de la sociedad civil antes de poner en marcha el proyecto. Pero los manifestantes que blanden carteles de «SOS Unesco» o «No a la tirolina» denuncian por el contrario la ausencia de diálogo. Una petición en línea ha recogido más de 11.000 firmas.

En un comunicado de prensa, el movimiento Pain de sucre sans zipline dice que este proyecto es solo “la punta de un gigantesco iceberg”. Según este grupo, la empresa que administra el sitio pretende construir otras atracciones, tiendas, un teatro y una discoteca. “Es horrible, monstruoso, sería el final del Pan de Azúcar”, lamenta Regina Costa de Paula, una artista visual de 67 años. La empresa Parque Bondinho “actúa como si el Pan de Azúcar le perteneciera”, agrega Hans Rauschmayer, un alemán de 57 años que vive en Río de Janeiro. “Pero de hecho, es patrimonio de Río, de Brasil y del mundo entero”.