Diez días después de las inundaciones en Libia que dejaron al menos 11.300 muertos, la entrega de socorros y ayuda humanitaria a Derna continúa, no sin dificultades. Además de los escombros y los cadáveres, los esfuerzos de socorro podrían enfrentar un nuevo obstáculo: restos explosivos de guerra.
Mientras se organiza la solidaridad internacional, el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) anunció la semana pasada una “amenaza adicional para los residentes, los socorristas y las autoridades que están tratando de hacer frente a la situación”.
«Derna fue escenario de combates durante siete años, y sabemos que antes de que se rompiera la presa, aún era necesario limpiar muchas zonas y no se limpiaron debido a los recursos disponibles», afirma Erik Tollefsen, jefe de la unidad de contaminación de armas de la Internacional. Comité de la Cruz Roja (CICR).
El suelo también está contaminado por la presencia de municiones de racimo sin detonar, añade Frédéric Joli, portavoz del CICR. «Aproximadamente el 30% de estas minibombas son defectuosas y no explotan inmediatamente, esperando así una descarga que las desencadene mucho después del bombardeo», continúa.
“Esta catástrofe ilustra una situación que encontramos en la mayoría de los contextos bélicos, como en Afganistán o Ucrania”, añade Frédéric Joli. Si bien se podría pensar que una vez sumergidos, los proyectiles sin explotar son inofensivos, en realidad “cuando han sido desplazados por el agua, pueden volverse incluso más peligrosos que antes”, explica Erik Tollefsen.
«En los últimos años, hemos trabajado en Libia con socios (de la sociedad civil o agencias gubernamentales) de ambos lados para crear conciencia sobre los riesgos relacionados con la contaminación por armas», dice Erik Tollefsen. Pero Libia, que vivió una larga guerra civil de 2014 a 2020, la tarea es «abrumadora», lamenta Erik Tollefsen, subrayando que la capacidad de remoción de minas es «muy limitada».
Por el momento no se ha registrado ningún accidente, pero el CICR quiere «llamar la atención sobre esta plaga» que «empeora la capacidad de respuesta de la forma más segura posible para los equipos y las poblaciones», concluye Frédéric Joli.