Todavía es tiempo de atender a los supervivientes, diez días después del terremoto que sacudió Marruecos y provocó la muerte de más de 3.000 personas. El terremoto destruyó 50.000 viviendas y dejó a más de 300.000 personas sin hogar. Para brindarles refugio, el gobierno entregó tiendas de campaña a cada familia afectada y anunció el lanzamiento de un plan de emergencia el jueves 14 de septiembre. Numerosas asociaciones sobre el terreno también prestan apoyo a la protección civil y a las fuerzas armadas marroquíes. “Hay varias prioridades: la distribución de tiendas de campaña, mantas, ropa de abrigo y colchones”, enumera Benoît Carpentier, portavoz de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (FICR), que se encuentra presente desde hace ocho días. Pero varias limitaciones obstaculizan el trabajo de los servicios de emergencia.
Se lanza una carrera contra el tiempo para albergar a las víctimas antes de la llegada del frío y el mal tiempo. “Esperamos temperaturas cercanas a cero grados dentro de tres semanas”, preocupa el portavoz de la asociación. También se pronostican lluvias para los próximos días, lo que podría complicar las cosas. Puede provocar deslizamientos de tierra, las rocas volverán a bloquear las carreteras y aislarán a las personas que ya están aisladas. Porque el aislamiento es el otro reto al que se enfrentan los servicios de emergencia, debido a la topografía del paisaje del Atlas. “Algunas aldeas afectadas por el terremoto están muy aisladas en las montañas. Los caminos para acceder a él son demasiado estrechos para ser utilizados con vehículos. Por ello, las autoridades locales transportan la ayuda a lomos de burros, lo que lleva más tiempo, afirma Benoît Carpentier.
A pesar de estas dificultades, el suministro de alimentos y medicinas avanza sin problemas. «Tuvimos una increíble muestra de solidaridad, especialmente a nivel nacional», se alegra el portavoz de la Federación Internacional. Pero si hoy en día las reservas de alimentos son abundantes, “están empezando a disminuir”. El acceso al agua en las ciudades se vio perturbado por el terremoto, pero «estamos considerando establecer un sistema de purificación para la accesibilidad a largo plazo».
Más allá de la ayuda humanitaria, el apoyo psicológico es “igual de importante”, asegura Benoît Carpentier. La población local está traumatizada por el terremoto. Patrick Villardy, presidente de la Unidad Ligera de Intervención y Salvamento (ULIS), que se encontraba hasta el sábado en un pueblo de la región de Amizmiz (sur de Marrakech), recuerda una escena impactante. “Pocos días después del desastre se sintió una réplica que provocó la caída de una roca. La gente estaba tan asustada que corrió a toda velocidad. Cuatro personas resultaron heridas en la carrera”, lamenta. Benoît Carpentier se reunió con lugareños que “prefieren dormir al aire libre o en el coche porque temen que su casa se derrumbe al menor ruido”.
Al igual que sus padres, los niños están marcados por la tragedia. «Las mamás me dijeron ayer que sus hijos tienen pesadillas y todavía están muy conmocionados», dice el portavoz de la Federación Internacional. Para apoyar psicológicamente a los marroquíes, se envían equipos a los pueblos: “Se sientan con las comunidades para hablar y aliviar el trauma”, continúa. Según Unicef, 100.000 niños se vieron afectados por el terremoto. El Ministerio de Educación marroquí también informa de que 530 escuelas y 55 internados sufrieron daños, lo que interrumpió las clases para un gran número de personas. “Ayer volvieron a la escuela”, informa Benoît Carpentier. Se enviaron grandes tiendas de campaña para dar cabida a las clases y para que los niños volvieran a la vida normal”.
Todos los socorristas franceses presentes en el lugar contactados por Le Figaro coinciden en que el gobierno marroquí controla la gestión de la ayuda humanitaria en su país. “Cada región y cada ciudad tiene su propia sección donde las autoridades identifican la información y las necesidades de las familias afectadas”, afirma Benoît Carpentier, que trabaja en estrecha colaboración con ellas. “Nunca había visto tanta capacidad de respuesta por parte de un gobierno”, comenta Patrick Villardy, acostumbrado a los terremotos y que intervino en Turquía el pasado mes de febrero. Marruecos, sin embargo, fue duramente criticado por no haber solicitado ayuda humanitaria internacional y aceptar las manos extendidas de diferentes países, incluida Francia. Sólo España, Reino Unido, Qatar y Emiratos Árabes Unidos pudieron viajar a Marruecos para prestar asistencia.
Entre las acciones del gobierno, el gabinete del rey Mohammed VI anunció en un comunicado de prensa una primera versión de un plan de emergencia de realojamiento el 14 de septiembre. Consiste, por un lado, en “acciones de realojamiento temporal”, con el envío de tiendas de campaña y casas móviles, y, por otro, en ayuda financiera. En total, se desplegarán 500 millones de euros en ayudas, de los cuales más de 2.700 euros por cada hogar cuya vivienda se haya visto afectada. Se concederán más de 12.700 euros a familias cuyas casas hayan quedado completamente derrumbadas. El lunes 18 de septiembre se celebró una nueva reunión del gabinete real con el fin de identificar “viviendas total y parcialmente derrumbadas”, precisa otro comunicado de prensa. “Este programa multidimensional movilizará principalmente recursos financieros propios del Estado y de organizaciones públicas, y también estará abierto a contribuciones de actores privados y asociativos”, añade.
La futura y prolongada reconstrucción de estas viviendas también estuvo en el orden del día de esta reunión. Estas edificaciones, construidas con tierra y paja, no tienen cimientos y no cumplen con las normas antisísmicas. Surge entonces la cuestión de una reconstrucción similar. Según el comunicado, el gobierno se limitó a afirmar que estos establecimientos serán reconstruidos “en armonía con el patrimonio y las características arquitectónicas de cada región”.