Alexeï Navalny, el opositor número uno de Vladimir Putin, murió en prisión a la edad de 47 años, este viernes 16 de febrero. El activista cumplía una condena de 19 años de prisión por “extremismo” en una remota colonia penal del Ártico, en condiciones muy difíciles. Una mirada retrospectiva a la represión que ha afectado a los grandes críticos del presidente ruso desde que llegó al poder en 2000.

Boris Nemtsov, ex viceprimer ministro y alguna vez considerado el sucesor del presidente Boris Yeltsin contra Vladimir Putin, se convirtió en un importante detractor del presidente ruso en la década de 2000. En 2014, se opuso a la anexión de Crimea y al apoyo militar del Kremlin a los separatistas en el este de Ucrania. Menos de un año después, en febrero de 2015, Nemtsov fue asesinado cuatro veces por la espalda en un puente a unas decenas de metros del Kremlin. Tenía 55 años.

Sus partidarios acusaron al sátrapa checheno Ramzan Kadyrov de haber dado la orden, lo que él niega. Sin embargo, cinco chechenos fueron condenados por este asesinato, sin que nunca se haya identificado oficialmente al instigador.

Diez años antes, en octubre de 2006, Anna Politkovskaya, otra conocida crítica de Putin y Kadyrov, fue asesinada a tiros en el vestíbulo de su edificio de apartamentos en Moscú. Este periodista de Novaya Gazeta, el principal medio de comunicación independiente del país, llevaba años documentando y denunciando los crímenes del ejército ruso en Chechenia.

Además de Alexandre Navalny, otros críticos evitaron por poco la muerte y acabaron en prisión. Vladimir Kara-Mourza, de 41 años, dice que sobrevivió a dos envenenamientos en el pasado. Fue condenado a principios de 2023 a 25 años de prisión, declarado culpable de “alta traición”, “información falsa” sobre el ejército y trabajo ilegal para una organización “indeseable”.

En diciembre de 2022, otro conocido opositor, Ilia Yashin, de 39 años, fue condenado a ocho años y medio de prisión por denunciar “el asesinato de civiles” en la localidad ucraniana de Boutcha, cerca de Kiev, donde el ejército ruso fue acusado de abusos. lo que Moscú niega.

La gran mayoría de las figuras de la oposición que permanecen en Rusia están encarceladas. Los demás huyeron. Mikhail Khodorkovsky, un exmagnate petrolero, pasó diez años en prisión después de oponerse a Vladimir Putin a principios de la década de 2000. Desde su liberación en 2013, el exoligarca se ha refugiado en Londres, desde donde financia plataformas de oposición.

Muchos partidarios de Mikhail Khodorkovsky, pero también de Alexei Navalny, han abandonado Rusia desde 2021, año que marcó una fuerte aceleración de la represión. Esta represión se ha intensificado desde la ofensiva en Ucrania, que también empujó a miles de partidarios de la oposición, no sólo a sus cuadros, a exiliarse.

Quienes escaparon de la muerte o de la prisión enfrentan otro castigo: ser designados “agentes extranjeros”. En los últimos años, esta infame etiqueta, que evoca el léxico del terror estalinista, ha sido aplicada a decenas de medios de comunicación, ONG, periodistas, activistas y artistas. Este estatus los obliga a someterse a limitaciones kafkianas. En particular, deberán indicar su condición de “agentes extranjeros” en todas las publicaciones, so pena de sanciones.

El invierno pasado, la ONG Memorial, coganadora del Premio Nobel de la Paz 2022 y pilar de la defensa de los derechos humanos, fue desmantelada por orden de la justicia rusa por haber violado la ley sobre “agentes de extraños”.