(Jhelum) Inspira lentamente, contiene la respiración y aprieta el gatillo: más allá de su objetivo, Kishmala Talat quiere convertirse en la primera atleta medallista olímpica de Pakistán empuñando una pistola, un arma normalmente reservada a los hombres en este país conservador.
A sus 21 años, la joven competirá en los Juegos de París en tiro con pistola a 10 y 25 metros. Pero ya ha eliminado varios tabúes con su arma, gracias al apoyo inquebrantable de su madre, una comandante del ejército paquistaní con sueños frustrados de tiro deportivo.
En Pakistán, dijo a la AFP Kishmala Talat, “se espera que las niñas se queden en casa, hagan cosas de niñas y jueguen con muñecas mientras los niños juegan con armas”.
En el centro de tiro de Jhelum – apodado “La ciudad de los mártires” porque es un bastión del ejército – ella dice hoy: “No veo a nadie como mi competidor, estoy compitiendo conmigo mismo “.
En los Juegos Asiáticos de 2022, Kishmala Talat ganó la primera medalla de tiro de Pakistán: bronce. En París quiere llegar aún más lejos.
“Quiero que me reconozcan, quiero hacer más”, dice antes de disparar, con un ojo cubierto por unas gafas ajustadas y una mano en el bolsillo. “Quiero que cuando hablemos de ‘disparar’ o ‘Kishmala’, pensemos en alguien que ha hecho algo grandioso por Pakistán”.
En este país, las armas están por todas partes. Según un estudio del Small Arms Survey, en 2017, el país tenía cerca de 44 millones de armas –con o sin licencia– en manos de civiles. En un país que ahora alberga a más de 240 millones de personas, eso equivale a 22 armas por cada 100 habitantes, la cuarta tasa más alta del mundo.
Pero el tiro deportivo no está desarrollado. Es el cricket el que atrae multitudes a los estadios y el hockey sobre césped el que aporta medallas: ocho de las diez medallas olímpicas, la última de las cuales la ganó un paquistaní en 1992.
La joven licenciada en comunicación ocupa actualmente el puesto 37 del mundo en 10 metros y el 41 en 25 metros, según la Federación Internacional de Tiro Deportivo.
Pero espera mejorar sus puntuaciones con un duro entrenamiento de diez horas diarias: una hora de ejercicio físico, cuatro horas de cada toma y una hora de meditación al final del día. Con los ojos fijos en la llama de una vela, aprende a mantener su mente enfocada en un solo punto, su objetivo.
“Haré todo lo posible para que Pakistán brille”, asegura.
Para su formación, cuenta con el apoyo del ejército paquistaní, el sexto del mundo en términos de personal, cuyo importante presupuesto le permite gestionar estaciones de esquí, campos de polo y escuelas de montañismo.
Para Kishmala Talat, movilizó a oficiales de formación, a un formador extranjero y le dio acceso a uno de sus centros de formación en Jhelum, a unos cien kilómetros de su ciudad natal, Rawalpindi, la ciudad guarnición lindante con la capital, Islamabad.
Su madre, Samina Yaqoob, que recuerda con lágrimas en los ojos la clasificación de su hija para los Juegos Olímpicos de 2024, también soñó alguna vez con el tiro deportivo.
Y luego, dice este oficial de los servicios sanitarios del ejército, “me casé y me dediqué a la vida. Pero estoy feliz de ver a mi hija lograr su sueño”.
“Las niñas deben presentarse, observar, trabajar duro y sus padres deben apoyarlas”, suplica.
Y gracias a esa educación, dice, su hija “sabe que puede hacer cualquier cosa”.