Le Figaro Burdeos
Las condiciones de trabajo son cada vez más difíciles para los guardias de la prisión de Gradignan (Gironda). En enero, agarraron a un oficial por el cuello y lo arrojaron contra el borde de una cama de metal. En agosto, uno de sus colegas fue golpeado y estrangulado por un preso ya conocido por sus actos violentos. En noviembre, un recluso arrojó agua hirviendo a la cara de una guardia. Esta vez, en Nochebuena, se cometieron dos nuevos ataques contra agentes en una misma mañana.
El sábado 23 de noviembre, alrededor de las 09:00 horas, en la sección de mujeres, “una interna se enojó violentamente con los guardias de turno y luego adoptó un comportamiento autoagresivo”, explica el sindicato de Justicia UFAP UNSa. Al intentar controlar al recluso, uno de los guardias supuestamente fue “arrojado violentamente contra una pared y herido en una pierna”. Aproximadamente una hora después, durante la distribución de medicamentos, “un interno empujó violentamente al supervisor que acompañaba a la enfermera, alegando que quería ir a darse una ducha”. Supuestamente «trató de razonar con él», antes de recibir «insultos y amenazas de muerte antes de ser agredido físicamente».
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Según este sindicato de guardias penitenciarios, el recluso en cuestión golpeó al guardia «varias veces en la mandíbula y en la oreja». La activación de la alarma y la llegada de refuerzos permitieron controlar al atacante, que luego escupió a los guardias “varias veces”. Luego, este mismo individuo habría continuado “su aluvión de insultos” hacia otros agentes, amenazándolos con represalias.
Ante estos nuevos hechos de violencia contra agentes, la Justicia de la UFAP UNSa “exige una sanción máxima para los agresores así como su traslado al finalizar su condena a una unidad disciplinaria”. En septiembre, ante estos repetidos ataques y las condiciones de trabajo degradadas, los supervisores de Gradignan solicitaron una regulación penitenciaria. En esta prisión de Gironda, la tasa de ocupación oscila regularmente entre el 200 y el 230%.