Baje la presión. Después de dos días marcados por el desarrollo de Emmanuel Macron en el Consejo de Ministros el martes, en relación con las declaraciones ofensivas de Elisabeth Borne sobre un RN «heredero de Pétain», el Primer Ministro busca apaciguar los ánimos. Y para acabar con los rumores sobre desacuerdos en la cúpula del estado. Según el presidente de la República, la lucha contra el partido de Marine Le Pen ya no se puede hacer con «argumentos morales» y usando «palabras de los 90 que ya no sirven». Si estaba claro que este replanteamiento en buena y debida forma apuntaba al jefe de gobierno, éste no se sintió apuntado.
Dans une interview à Ouest-France , publiée mercredi, Élisabeth Borne indique que le chef de l’État lui a «assuré de sa confiance et a déclaré que s’il avait eu quelque chose à (lui) dire, il l’aurait fait frente a frente.» “Algunos, obviamente, deben haber entendido mal…”, chilla el primer ministro, que esboza una mueca. Cabe recordar que la reprimenda de Emmanuel Macron había provocado muchas reacciones en la clase política, llevando a la izquierda a ponerse del lado del inquilino de Matignon frente al del Elíseo. “Trabajamos muy de cerca juntos. Luego del Consejo de Ministros del martes, tuvimos nuestro almuerzo semanal y discutimos temas para el futuro del país”, insiste el jefe de Gobierno. Como para dejar mejor de lado la polémica de los últimos días.
Leer tambiénPolémica en RN: Emmanuel Macron asegura que Elisabeth Borne tiene toda su «confianza»
Por su parte, el presidente también quiso reventar el absceso, renovando este miércoles su «confianza» en su primer ministro. Mientras martillaba que no era posible enfrentar al partido nacionalista «con argumentos históricos y morales». “Cuando tengo cosas que decirle al presidente del Gobierno desde hace seis años, lo digo en una conferencia singular de la que no sale nada y arreglamos las cosas juntos (…) Nunca lo hago alrededor de la mesa del Consejo de Ministros, a través de los medios”, tronó entonces Emmanuel Macron desde Eslovaquia. Si el jefe de Estado intentó apagar el fuego, ¿será suficiente este recordatorio para aliviar las tensiones?