Los famosos y controvertidos activistas vieneses se afianzarán, décadas después de sus actuaciones a veces insostenibles, gracias a la apertura, el viernes, en Austria de una nueva institución privada, enteramente dedicada a ellos. Este Museo del Accionismo Vienes (WAM) en el corazón de la capital tiene como objetivo rehabilitar un movimiento durante mucho tiempo condenado al ostracismo desde los años 60, cuya contribución esencial destacan los historiadores del arte.
Descansa principalmente sobre los hombros de cuatro rebeldes que aborrecían a la Austria burguesa de la posguerra, que barría los crímenes nazis bajo la alfombra y celebraba el academicismo. Günter Brus, Otto Muehl, Hermann Nitsch y Rudolf Schwarzkogler se rebelaron a su manera. Superan los límites, sin dudar en utilizar la sexualidad, las vísceras animales, la automutilación, la orina y los excrementos para desafiar los límites de la expresión artística y provocar a sus contemporáneos, hasta el punto de la censura y la condena criminal.
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Con ellos, “el cuerpo y la psique humana fueron explorados intensamente y sin tabúes”, advierte la comisaria Eva Badura-Triska, que seleccionó el centenar de obras creadas entre 1957 y 1973 y expuestas con motivo de la inauguración. Algunas de ellas, principalmente fotografías de actuaciones, pero también pinturas y bocetos, son difíciles de ver, ya que los artistas buscan enfrentarse al público.
Todos desaparecidos hoy, persiguieron el mismo objetivo ideológico pero desarrollaron enfoques artísticos diferentes, hasta que luego divergieron para afirmar un estilo personal. La colección incluye 17.000 piezas y constituye ahora la mayor colección privada de este movimiento artístico en 900 m² de espacio expositivo. Resulta de la fusión de varias colecciones puestas a disposición para formar un gran conjunto representativo, capaz de llegar a “un gran número de personas”, según la directora Julia Moebus-Puck.
El reconocimiento de los activistas vieneses llegó por primera vez desde el extranjero en los años 1980, con el interés de instituciones prestigiosas, antes de que Austria, a su vez, se apropiara de esta herencia violenta. Hoy hace otras preguntas. Este foco de atención suscitó una polémica sobre el lugar de las mujeres en esta plaza exclusivamente masculina y sobre la persona de Otto Muehl, condenado en 1991 a siete años de prisión por violación de menores.