Maxime Tandonnet, agudo observador de la vida política francesa y columnista de FigaroVox, ha publicado en particular a André Tardieu. Los incomprendidos (Perrin, 2019) y Georges Bidault: de la Resistencia a la Argelia francesa (Perrin, 2022).
Era de esperarse. A poco menos de cuatro años de las elecciones presidenciales de 2027, las elecciones ya han vuelto. Según Harris Interactive – Challenge, Marine le Pen quedaría primera en la primera vuelta con entre el 30 y el 33% de los votos. Édouard Philippe sería segundo con un 22%, clasificado para la segunda ronda, muy por delante de Jean-Luc Mélenchon y Bruno Le Maire con un 16% y de Gérald Darmanin con un 14%.
Ciertamente, la popularidad (relativa) de Le Pen y la de Édouard Philippe no son inventadas. Sin duda corresponden a una realidad, pero se recuperan y configuran, a través de las preguntas formuladas y la presentación de los resultados, para intentar fijar las futuras elecciones. Así, según otra encuesta de opinión de Elabe BFMTV, el 61% de los franceses cree que Le Pen “puede ganar las elecciones presidenciales” y el 58% está convencido de que Édouard Philippe puede vencer a Marine Le Pen. El proceso implica manipulación. ¿Por qué no pudo ganar Madame Le Pen? ¿Por qué sería imposible que prevalezca y qué otra respuesta que un “sí” a tal pregunta que pretende introducir la otra pregunta: quién puede evitar esta supuesta catástrofe? De ahí el salvador providencial que sólo podría ser el ex primer ministro de Emmanuel Macron.
Las encuestas destacan así a su tradicional “espantapájaros”, es decir, según sus propias palabras, “el líder de la extrema derecha” para servir de trampolín a Édouard Philippe como protector ante esta amenaza. Al fin y al cabo, “nunca dos sin tres”; A pesar de la crudeza de la maniobra actual, ¿por qué la receta que funcionó en 2017 y 2022 no se utilizaría una vez más para bloquear las elecciones y conducir al Elíseo, jugando con el miedo a los «extremos», el candidato del macronismo?
Esta lógica se prepara para aplastar la vida política durante los próximos cuatro años y privar al país de un debate sobre los resultados de diez o quince años. ¿Triunfará por tercera vez? La tentación natural es poner en perspectiva su alcance considerando que 2027 es una fecha límite muy lejana. Sin embargo, entre 2017 y 2022, cientos de encuestas anunciaron, durante cinco años, un duelo inevitable entre Le Pen y Macron y luego la victoria de este último. Y todo salió según lo planeado. La misma lógica está ahora en marcha y nada garantiza que no conduzca al objetivo esperado, es decir, la adhesión al Elíseo del Sr. Philippe.
El favor de Philippe, al igual que el de Le Pen, es uno de los misterios de la psicología de masas. En concreto, los franceses deben a los primeros la crisis de los chalecos amarillos derivada del impuesto al carbono y de los 80 km/h, el cierre de Fessenheim, afirmado alto y claro, el psicodrama de las máscaras al inicio de la crisis sanitaria y la Las primeras medidas liberticidas incluidas, visto en retrospectiva, la utilidad parece más que dudosa. ¿Y no abogó por ampliar la edad de jubilación hasta los 67 años cuando el pueblo, casi por unanimidad, se rebeló contra el aumento de 62 a 64 años? En cuanto a la señora Le Pen, ¿de qué historial puede presumir si no de tres elecciones presidenciales perdidas?
Sin embargo, ambos deben su popularidad a un estilo determinado. Nadie tiene la más mínima idea de su posible proyecto ni de la línea que podrían proponer. Pero esto no tiene importancia en el contexto actual. Cada uno de los dos ofrece una imagen que se ha vuelto bastante familiar para los franceses y, en general, bastante comprensiva. Durante la crisis sanitaria, el señor Philippe se invitaba a diario al salón o al comedor francés. En la desgracia colectiva, les pareció más bien humilde y accesible. En cuanto a Le Pen, forma parte del panorama cotidiano desde hace al menos veinte años. Su apariencia sin pretensiones –no escribe libros a diferencia de otros políticos–, su condición de eterna segunda en el ranking, como una especie de Poulidor de la política, y también un paria de las elites, facilita un fenómeno de identificación popular.
Además, la perspectiva de este duelo anunciado refleja el colapso del nivel de la cultura política francesa, resultado a largo plazo del declive académico pero también del régimen político que favorece la elección de una «telenovela presidencial» en detrimento de la clase política. Debate, ideas y elección social. ¿Podemos hoy esperar evitar esta inevitabilidad del duelo Le Pen-Philippe, con –en verdad– la alta probabilidad de una victoria de este último, es decir, de la continuación del macronismo en otras formas?
La puerta a una tercera vía es estrecha. Consiste en la frágil y audaz apuesta de un retorno a la inteligencia política. En lugar de vender una pastilla de jabón presidencial, ¿podemos todavía hablar a los franceses en términos de ideas y de un proyecto colectivo que sea a la vez realista y ambicioso, sobre la rehabilitación del mérito académico, la lucha contra las redes de inmigración basadas en la esclavitud, la represión de la delincuencia y la delincuencia, la reducción de la deuda pública, un discurso de verdad sobre el desempleo, la inflación, la pobreza, el retorno de la democracia nacional o del poder del pueblo, y finalmente la rehabilitación de la bonita palabra «libertad»? Vale la pena intentar la apuesta.