EL FÍGARO. – Después de Dardanus de Rameau en 2015, y luego de George Dandin el año pasado, ¿sigue siendo la misma emoción volver a la Ópera Real?
¿Tiene la voz hablada y cantada además de la imaginación?
Uno no va sin el otro. Su estructura de madera le confiere auténticas cualidades acústicas. Y al mismo tiempo sigue siendo enorme para el teatro. No es peor porque te obliga a jugar en grande. Para estar más a la moda. No interpretamos a Molière o Mozart como en una película para televisión. Lamento que el teatro hoy tenga tanto sonido. Marie Bell y Jean Marais tocaron al aire libre sin micrófono. Podrían llenar el antiguo teatro de Orange. Esto los obligó a superarse a sí mismos.
Después de dirigir Cosi fan tutte y Bastien et Bastienne, ¿cómo aborda este otro Mozart que es El rapto en el serrallo?
Con mucha emoción. Fue Gaétan Jarry quien me lo propuso después de nuestra colaboración en George Dandin, y enseguida dije que sí. Soñé con desempeñar el papel de Pasha. Sobre todo esta obra siempre me ha fascinado en su construcción. Mozart combina ligereza y dramatismo de forma sublime. Entre este grotesco Osmine y esta absolutamente trágica Constance.
Lea también: Michel Fau: “En Molières ya no hablamos de teatro, sino de ecología y de la CGT”
Acaba de montar Zémire et Azor, de Grétry, que también fantasea con el Oriente del siglo XVIII. ¿Cómo tratarás el orientalismo?
Para Grétry, el orientalismo es sólo un pretexto. Mozart lo convierte en el tema principal. Sigue siendo una fantasía del siglo XVIII con sus defectos y exageraciones. Pero la cuestión del encierro y el deseo que evoca el harén es tan universal como atemporal.
¿Cómo lo traducirás?
No soy partidario de las reconstrucciones históricas ni de la transposición moderna. No habrá lavadora ni asilo psiquiátrico. Por otro lado, trabajamos con el decorador Antoine Fontaine, especialista en maquinaria teatral, sobre la idea de una máquina infernal que encierra a las personas. Todo en un universo que es más una pesadilla que una realidad.
Desde La Belle Hélène hasta Wozzeck, pasando por este Abduction, parece usted cultivar las escisiones en la ópera. ¿Por qué?
Ya sea en el teatro o en la ópera, siempre me ha gustado hacer cosas diferentes. Siempre tengo tanto miedo de repetirme. Y al mismo tiempo, me gusta encontrar conexiones entre obras que sobre el papel parecen polos opuestos. Como cuando hice Elektra después de La Belle Hélène. Dos universos radicalmente opuestos. Pero en última instancia, es la misma historia. No tengo otro filtro que tener algo que decir.
“El Rapto en el Serrallo”, del 22 al 26 de mayo en la Ópera Real.