Fatiha Boudjahlat es autora de varias obras destacadas. Último trabajo publicado: Laicidad, el futuro juntos (Éditions Privat, 2021).

Una profesora de francés de una universidad de Yvelines fue difamada y amenazada porque, como indican los textos oficiales del programa, ilustró su curso con un cuadro. Del siglo XVII. De un pintor poco conocido de ciudades y bellos barrios, Giuseppe Cesari, conocido como el Cavalier d’Arpin, que ilustró una escena de la mitología. Las mujeres aparecen desnudas, es un clásico. No están en una posición lasciva, y hay más vulgaridad, sexualidad y pornografía en lo que estos mojigatos estudiantes universitarios escuchan en la música que en este cuadro. Los estudiantes musulmanes se habrían escandalizado. Estos estudiantes desafiaron una enseñanza y activaron la máquina infernal de rumores y amenazas. La profesora sería racista, habría intentado obligar a estas personas piadosas a observar una obra pornográfica, las habría humillado, estigmatizado. Por supuesto todos pensábamos en la misma lógica que provocó el asesinato de Samuel Paty, sobre todo, recordemos, que el padre del mentiroso que unió a los bárbaros contra Samuel Paty había presentado una denuncia en su contra por difundir imágenes pornográficas…y es esta acusación la que Samuel Paty tuvo que justificar y defenderse en la comisaría…

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Los padres apoyan a sus hijos. Dado que el Islam se sentiría ofendido porque ellos se sentirían ofendidos como musulmanes. El letal mecanismo fue detenido por dos cosas que habrían salvado la vida de Samuel Paty.

El primero es el apoyo y la movilización de todos los profesores universitarios que ejercieron no una huelga, sino un derecho de retirada. Porque la protesta motivada por la acusación de islamofobia puede matar, lo sabemos. Porque estos rumores atacan el honor y la vida de un colega, pero también el famoso cara a cara mencionado por Gérard Collomb, en un contexto de identidad. Un enfrentamiento entre la libertad educativa, el secularismo y la superioridad musulmana que desafía cada vez más las enseñanzas. El de la natación para las niñas, el del laicismo, el de la igualdad. La de la propia democracia, como decía el asesino de Dominique Bernard. El apoyo de sus colegas salvó la vida y la carrera de esta maestra. La falta de apoyo de los compañeros de Samuel Paty influyó en su muerte.

El segundo es el apoyo del personal directivo. Recordemos que el director del colegio Conflans-Sainte-Honorine había denunciado el incidente, en la plataforma dedicada a los “hechos del establishment”, situando a Samuel Paty como autor del incidente y a los estudiantes como víctimas…

Sin embargo, hay un elemento que me molesta. ¿Habría sido el mismo este admirable apoyo si se hubiera tratado de una caricatura de Charlie Hebdo o del Islam? ¿Habría sido tan fuerte el consenso en torno al apoyo de este profesor? No se equivocó, ni fue torpe, como fue criticado Samuel Paty… Que los docentes despierten de su letargo: nadie está a salvo de ver cuestionada su enseñanza. Ya no hay lecciones en riesgo. La enseñanza es un riesgo. Para los profesores de educación física, música, deporte… Cuanto más se practique el Islam, cuanto más se refuerce esta ortopraxis mediante la guetización étnica y cultural, más difícil y peligrosa será la enseñanza. Porque es la libertad, el pluralismo y la igualdad de género lo que resulta insoportable para estos talibanes de Nike.

La llegada del ministro Attal fue fundamental. Pero el objetivo no debía ser calmar la situación, era necesario aceptar el cara a cara y el conflicto provocado por estos alumnos y sus padres. Hay un conflicto sano y el apaciguamiento siempre resulta en un perdedor: la Educación Nacional, porque estos padres eligieron el presencial. Debemos atrevernos a decirles a los padres que no tienen derecho a cuestionar las enseñanzas de los profesores establecidas por la ley. Que su práctica religiosa no ofrece salvoconducto ni condición de excepción a la escuela de la República. Los estudiantes deben ser castigados. Los padres también. Como ocurre con las abayas, la firmeza vale la pena. Y esto sólo lo puede encarnar el ministro. Entre Gabriel Attal, que parece asumir sinceramente esta firmeza, y las instituciones, se espera una gran valentía en los rectorados y en el DSDEN.