Este miércoles, el Gobierno somete a consulta pública un documento que presenta las principales orientaciones de la política energética de nuestro país. Se conocen los objetivos estratégicos y los medios para alcanzarlos. En primer lugar, se trata de trabajar para poner fin a la dependencia energética de Francia de los combustibles fósiles. Las palancas son diversas: la sobriedad –no confundir con el decrecimiento–, la electrificación de los usos, pero también el uso de medios alternativos de producción de calor como la energía geotérmica o incluso el uso del 100% de biogás en 2050 para sustituir al gas natural, etc. En concreto, esto implica, por ejemplo, un aumento del 10% en la producción de electricidad en 2030 y del 55% en 2050, una duplicación de la calefacción con bajas emisiones de carbono para 2030 en comparación con 2021, o incluso el fin de las centrales eléctricas de carbón en 2027.
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La eficiencia y la eficiencia energética también juegan un papel determinante en el control del consumo de energía. Los cambios de uso, como la sustitución de las calderas de gas convencionales por bombas de calor o de los vehículos térmicos por eléctricos, conducen naturalmente a reducciones en el consumo de iso-rendimiento debido a eficiencias mucho mejores. “Estos objetivos son consistentes entre sí. Cambiar un parámetro tendría un impacto directo en los demás”, recuerda el entorno de Agnès Pannier-Runacher, ministra de Transición Energética.
La reactivación de la energía nuclear es la piedra angular del sistema, con un objetivo de producción deliberadamente cauteloso fijado en 360 teravatios hora al año para la flota actual. Se ha completado la construcción de 6 nuevos EPR 2, la de 8 EPR 2 adicionales se discutirá en 2026. A esto se suma el deseo de tener al menos un prototipo de pequeño reactor innovador (SMR) en 2030. Las energías renovables complementan el sistema, con el objetivo de 18 GW de capacidad instalada de energía eólica marina en 2035, «el equivalente a 6 reactores EPR2» y más de 75 GW de energía solar en 2035. Es necesario mantener el ritmo actual de despliegue de la energía eólica terrestre. A este respecto, el Gobierno camina sobre cáscaras de huevo, entre la necesidad de apoyar al sector y el miedo a ofender a los electos locales y a los votantes potenciales. Esta evolución va acompañada de la necesidad de reforzar las redes eléctricas para responder a nuevos modos de producción mucho más dispersos.
Pero ojo, la soberanía energética no significa que el país deba vivir en autosuficiencia. “Esto afectaría el poder adquisitivo y la competitividad de las empresas”, subraya el documento. El escenario presentado “prevé que Francia cubra el 100% de sus necesidades eléctricas fortaleciendo al mismo tiempo sus interconexiones eléctricas”.
Este documento sobre las orientaciones de la política energética constituye un hito para la estrategia energética y climática francesa (SFEC) antes de que vean la luz tres textos esperados desde hace muchos meses. Empezando por el proyecto de ley sobre Producción de Energía, que debería presentarse al Consejo de Ministros a principios de 2024. Se refiere, como su nombre indica, a la producción de energía, los precios y la protección del consumidor y debería sustituir a la Ley de Programación Energética y Climática (LPEC). Se espera un proyecto de decreto que establece el Programa Energético Plurianual (PPE) francés “en las próximas semanas”. Este texto estaba inicialmente previsto para el pasado mes de junio. La Estrategia Nacional Baja en Carbono (SNBC) para 2030 lo completa todo. Debe definir una trayectoria de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero hasta 2050 y fijar objetivos a corto y medio plazo en todos los sectores de actividad a través de presupuestos de carbono adoptados por decreto.