El caso está en los titulares. En las principales calles de Nueva York es casi imposible escapar del producto estrella de la ciudad americana: la pizza. Una producción tan auténtica y preciosa a los ojos de los habitantes que lleva unos días en el centro de una polémica. Para reducir un 75% las emisiones contaminantes, la Dirección de Protección Ambiental (DPE) del Ayuntamiento ha decidido hacer frente a los hornos de carbón y leña instalados desde 2016 en determinados establecimientos. “Todos los neoyorquinos merecen respirar aire limpio, y las estufas de leña y carbón se encuentran entre los mayores contribuyentes de contaminantes nocivos en vecindarios con mala calidad del aire”, dijo el ECD en un comunicado. En otras palabras, los restauradores deberán evaluar sus sistemas de escape y determinar si pueden equiparse con depuradores que atrapan contaminantes. Si estos últimos no cumplen, los pizzeros no estarán obligados a cumplir.
«Esta regla de sentido común, desarrollada con restaurantes y grupos de justicia ambiental, requiere una revisión profesional de la viabilidad de instalar controles de emisión». Si las autoridades afirman que esto solo afectará a un centenar de pizzerías de la Gran Manzana, la decisión provoca la ira de consumidores y restauradores. Los primeros están preocupados por tener que gastar decenas de miles de dólares en estos nuevos dispositivos. «No son solo los costos de instalación, también es el mantenimiento», se preocupó el New York Post Paul Giannone, propietario de Paulie Gee’s en Brooklyn. Joe Calcagno, dueño de Capizzi Pizzeria, criticó a CBS: «¿Sabes cuántas pizzas tengo que vender para pagar ese horno de $20,000?».
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Y los amantes de la pizza también están viendo rojo. Cabe recordar que los hornos de leña y carbón le dan un sabor ahumado a la corteza. Un sabor único que no puede ser reproducido, según los gourmets, por un horno de leña o carbón, o una máquina de combustión más limpia. Para dar peso a su argumento, las autoridades se basan en varios estudios científicos. Y en concreto uno de ellos, realizado en 2016 por la revista científica «Atmospheric Environment»: establecía un vínculo entre la contaminación del aire y la alta producción de pizza neoyorquina. El caso puede ser ligero y secundario, pero el alcalde de Nueva York, Eric Adams, lo tomó en serio. El electo también salió en defensa de sus restauradores: “Creo que las pizzas han salvado más matrimonios que cualquier otro alimento (…) ¿A alguien no le gusta la pizza? Todo el mundo ama la pizza”.